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Marco López Aballay

Sobre "Lejos del ruido", poemas de Nelson Paredes

Por Marco López Aballay


Lavar las palabras. / Así, como se lava el rostro


En Lejos del ruido los poemas se bifurcan abriendo espacios de tiempo que revelan escenografías construidas a partir de la memoria, con instantes únicos anunciando el misterio de estar vivos y de continuar la ruta a otras dimensiones que ni siquiera imaginamos. Acaso la clave radica en la observación y en la escritura que se toman de la mano para escarbar en aquello que no vemos a simple vista. En La memoria suspendida, la primera parte de este libro, Nelson Paredes (Viña del Mar, 1959) se permite escudriñar en momentos claves de un tiempo que ha marcado su ruta hasta el día de hoy entremezclando sentimientos de esperanza, nostalgia y derrota: Érase una vez un pueblo / La utopía vestida de fiesta / cuando los pobres bailaron / la cueca de la dignidad. (pág. 16)

Hoy compré calcetines de cobre / Al llegar más tarde a casa / y botar las calcetas antiguas / en un acto instintivo introduje mi mano / en una de ellas / iluminándose en la memoria la ampolleta / que mi madre colocaba / al remendar. El agujero fue un túnel de luz / Un rotativo de imágenes retenidas tiempo ha: / Mis padres felices Los años felices / El cobre es nuestro / Todo trabajador tiene derecho al descanso / dice el Chicho. / Primeras vacaciones fuera durmiendo en escuelas / Sur de Chile / Un lago verde esmeralda / Verde esmeralda el sueño de un pueblo / Verde esmeralda el sueño de un niño. / ¡Ah! Cuánta nostalgia entra por el agujero /de un calcetín (pág. 17)

Los versos anteriores nos anuncian una memoria crítica y dinámica, en constante evolución de acuerdo a lo que utópicamente el poeta experimentó en aquella época de su existencia. Aquí hablamos de un espacio de tiempo definido, en donde Nelson Paredes volverá una y mil veces en busca de las emociones tanto individuales como colectivas. Como diría Luis Veres Cortés en un famoso ensayo sobre Mario Benedetti “La poesía, como podemos ver, se enfrenta al reto de recuperar el verdadero sentido de la historia, y el intelectual es el que debe extraer una lección moral de esta recuperación que supone una transgresión del poder”. De la experiencia individual se abre a lo histórico y colectivo dentro de una estética que embellece e idealiza a su antojo. El cerebro del poeta permanece en constante estado de alerta y basta una imagen o un acontecimiento cualquiera para conectarse a su pasado: La mente es un artefacto extraño / recordé aquel día en mis catorce / en que se acallaron por la fuerza las radios / De una de ellas se esparció con voz grave / la palabra Esculapio como marcapasos de la muerte. / Esculapio Esculapio Esculapio / La contraseña repetida / Mientras avanzaban tanques / aviones camiones militares / tropas salvajes de rostros tiznados / una telaraña de odio y la sangre que corría como ríos / por los ríos hacia el mar. (pag.22)

En Constelaciones familiares, la segunda parte del libro, Nelson Paredes abre un espacio íntimo y revelador, haciéndonos cómplices de sus emociones como la tristeza y la alegría. Así también nos acerca a la vida y a la muerte: esos fantasmas que guían sus pasos en la oscuridad más remota. Aquí la memoria se torna circular, con escenas que se reiteran en circunstancias y épocas distintas, aunque siempre en un contexto íntimo y familiar junto a los escasos personajes que nos trae de regreso: La marea baja es una postal repetida / a través de los siglos. / Y la ven tus ojos mis ojos / Los ojos de otros / y las cuencas vacías de aquellos / que aún bajo la húmeda tierra / nos recuerdan la ronda de los sueños / que no terminan (pág. 30)

En la vieja fotografía en sepia / el abuelo posa para la posteridad. / Cien años después soy la / posteridad que observa la foto. / Idénticos gestos, la misma mirada, / encendiendo la mecha del misterio. / ¿Qué hacía esta fotografía en medio de / la nada. / Una caja oscura de imágenes anónimas / en una feria de la ciudad? (pág. 32)

El obturador de Paredes selecciona las imágenes para entregar un discurso múltiple y trascendental, en donde cada cual seguirá la ruta de lectura de acuerdo a sus intereses y emociones. Lo anterior nos sugiere una poesía llena de matices y adornos que enriquecen el texto, otorgándole cuerpo y contenido, en que cada palabra cumple una función prediseñada. El arte de su memoria se nutre de elementos históricos, políticos, sociales, en donde el sentido de familia se incorpora a la danza externa de los acontecimientos otorgando un entramado complejo, aunque de apariencia sencilla.

En Memorias Cotidianas, la tercera parte y final, nos adentramos en un discurso que atraviesa distintos estados de ánimo: de lo contemplativo a lo crítico, de lo nostálgico a la ironía, de la belleza a la fealdad, como puentes que le permiten llegar al objetivo final: generar una visión crítica de los acontecimientos de manera que el lector sea un agente activo que incorpora su visión a la propuesta. Así lo corroboramos en el poema Termitas, en donde se nos muestra como éstas invaden su escritorio, mediante una estructura social de obreros sumisos y soldados prestos al ataque. En el escritorio permanecen sus poemas, fotografías y recuerdos familiares y la resistencia es lo único que queda. Situación similar nos sucede en el poema Garzas blancas sobre un roble solo, una bella imagen que irrumpe en medio de la ciudad. Aquella estampa de aves no volverá a repetirse pues el ruido de la metrópoli espanta su espíritu. Esos mínimos detalles sostienen la poesía de Paredes, le otorgan un discurso que dinamiza el pensamiento del lector, lo hace partícipe confrontando sus puntos de vista. Lo anterior nos lleva de frentón al poema Ley de gravedad, en el cual el poeta cuestiona a un predicador que asimila a Dios con la teoría de Newton, en donde los elementos como la manzana, la fuerza de gravedad y el pecado original lo llevan a reflexionar irónicamente sobre el predicador y sus fieles oyentes. Estas dobles lecturas, que se ramifican en otras, nos remiten a la reflexión de Luis Veres Cortés y a las preocupaciones estéticas de Mario Benedetti cuyos poemas “se identifican con las almas sin voz, los que no tienen a nadie que los defienda, y el poeta es el que los evoca y la saca del olvido. Porque él es el hombre, y más exactamente el hombre desvalido, el que está sólo ante el problema de la existencia”.

La poesía constituye un arma poderosa en la mente de Nelson Paredes, aquella le permite desplazarse con altura ante las adversidades de lo cotidiano y trascendental. De ahí el aire optimista de sus palabras que, como flechas, apuntan al blanco de la realidad.

Los turistas quieren sol. / Sol para sus cuerpos bronceados / Solo para el atardecer. / la poesía quiere otra cosa / y brota en llovizna que bruñe / el rostro opaco de las veredas. / Los turistas quieren sol / Más la poesía quiere otra cosa / Y cómplice de este invierno pasajero / Esconde el Sol / en el poema. (Pág. 41)

En Nadie dice nada, poema que finaliza el libro, nos encontramos ante una interpelación y una sentencia, plena de esperanza, acaso ante la negación de quienes detentan el poder post dictadura, ante lo que sus ojos ven como una realidad en ciernes: Clic / Clac / Se resquebraja / Una flor asoma / En los intersticios del cemento (Pág.67). Estos versos creados antes del estallido social de 2019, anticipan una de las grandes inquietudes de Nelson Paredes; la justicia social, la alegría, la resistencia, haciéndonos ver, que por férreas que sean las mordazas de un sistema, siempre se puede abrir un boquerón por donde fluyan los sueños de dignidad de su pueblo, y esa flor que se asoma no es otra que las grandes alamedas de la que nos hablara Allende.

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