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  • Marco López Aballay

Sobre "Circuitos integrados" de David Bustos

Por Marco López Aballay

una escalera que se disuelve en un vaso de agua


Los pensamientos creativos de David Bustos se activan como cortocircuitos desparramando ideas y versos que caen desordenadamente sobre la hoja en blanco: de las palmas de las manos a la luz de la luna; de caballos que pastan a una maravillosa estafa; de una huella adulta en el lodo de la infancia al reflejo de las alas de una mosca a media tarde. Tanto que decir e hilvanar las ideas para darles una forma o narrar una historia, aunque sea al revés. El cobre sube de precio / el cuero cabelludo / de una muchacha / de trenzas que andaba / chuleando por ahí / yace aplastado debajo / de una casa. El trabajo / es trabajo, la guerra / es guerra (pág.18). A ratos nos da la impresión de un discurso envuelto en poemas políticos que podrían derivarse en lo panfletario, pero las envolturas traen otras capas y el discurso cambia su ruta hacia paisajes internos, esquizofrénicos, alucinados. La mente del poeta permanece las 24 horas en la zona ruidosa de la selva de cemento. El ruido es el mapa de sus neuronas que las empuja a la escritura y a la caída en un territorio poblado de árboles, jardines, animales, seres humanos que desafían los límites del poema: Entre mi sien izquierda / y mi sien derecha / hay cajas negras / como en los aviones / guardando los últimos gritos / de sus tripulantes / antes de caer (pág. 51). El picoteo del lenguaje en tu cabeza (pág. 52). Un viaje de carretera, estímulos que depositan descargas eléctricas / en lo permeable de un sistema nervioso estimulante para cualquier día de lluvia (pág. 87).

Poemas como balas locas que atraviesan la página y revientan en el centro dejando estelas de pólvora, espuma y cocaína: Imagine: una toalla blanca cayendo en el centro del ring (pág. 39). Si me dijeras cómo se instala la cortina / blanca de la mente, bajaría los codos de la mesa y los enterraría / en otra parte, sobre tu espalda, por ejemplo (pág. 35).

Hay imágenes microscópicas que relucen sobre los márgenes de las páginas y se instalan como universos paralelos: La sombra del eco florido / la danza de los moscardones / o el orificio negro del durazno / que agrieta la inundación / del sol en la punta de una hoja (pág. 16). Las palmas de las manos / como el mapa de una ciudad / encrucijada que cambia imperceptible (pág. 17). En esas zonas microscópicas la belleza irrumpe como foto digitalizada en el cerebro de Bustos, digamos desde su niñez cuando visitaba la casa de su abuela en Recoleta y le llamaba la atención su jardín de hierbas medicinales: una selva para amarla y tatuarla en sus huesos. En efecto, en gran parte de Circuitos integrados (Editorial Aparte, 2021) apreciamos una especial relación con la naturaleza: árboles frutales (duraznos, higueras, olivos), plantas ornamentales, troncos, bosques, agua, hielo, lluvia, desiertos, frutas, hierbas, sol, insectos. Y con imágenes surrealistas el entorno natural se apodera de los espacios, enredándose entre sus espumosos versos: El murmullo de un tronco retorcido / dentro de la boca (pág. 28). En su libro Peces de colores (2006) David Bustos habla de jardines neuronales y como él mismo apunta en una entrevista: “Para ser un jardinero uno debe dejarse habitar por el jardín. Es decir, debe existir un jardín mental” (revistalecturas.cl).

Varios de sus poemas conviven entre lo fantástico y lo real, pequeñas grietas que se abren dando paso a universos oníricos, con pasajes que se mueven entre lo absurdo e irreal: Un adolescente se desangra y sus raíces se enroscan hacia afuera (pág. 34). Un árbol muerto en el jardín / concreto y desfigurado / se entrega a los insectos de turno. / Bajo la casa un tronco / fosilizado por el viento. (pág.14).

Hay poemas tensos que de golpe entrechocan con la ironía y con reflexiones disparatadas, lo que nos lleva a una extraña lectura que apenas digerimos y retornamos a ella a la mañana siguiente o a medianoche antes del acto masturbatorio, por ejemplo o después de rezar un padrenuestro para que nos ilumine en la lectura, y con crucifijo en mano, atravesemos pasajes de su memoria: Esta vela apenas atraviesa lo que alumbra / y no es Lenin el que aparece en aquel cuadro / es la llama que diminuta se abre camino, cuando / sentados en la penumbra buscamos en los bolsillos / porque sin lugar a duda en los bolsillos se olvidan / los pasajes a esos lugares que nunca visitaremos (pág. 33).

En esta descarga de poemas nos pasamos películas cargadas de inteligencia artificial al estilo The Matrix, por ejemplo en un campo de batalla en donde el joven de la película permanece atrapado y el espectador despierta a años luz de distancia. Aunque la palabra escrita lo retornará al sitio correcto: El abismo húmedo del suicidio. / Estallidos provocados por la superación del aire sobre / la superficie de la hoja. / Una bolsa que al final / en algún punto revienta. (pág. 20).

En la ruta del tiempo los sentimientos se distorsionan y toda emoción es procesada amoldándose a las intenciones del poeta, quien por siglos lleva una sobrecarga de información. Hay tanto que arrojar al cesto de los recuerdos, tanto que hilvanar para construir un puente de versos que perderán su destino. Pulsaciones eléctricas desde su corazón al cerebro, desde la retina a la fotografía, de la yema al mouse. Escenas borrosas como gotas de ácido que queman sus neuronas, dando paso a mensajes que fluyen a golpes entre los campos magnéticos: Pero uno se hace inmune a los ladrillos de los sentimientos. / Los medidores de luz en la exactitud de la cifra: / el consumo de píldoras para el amor el corte en trámite, / el aumento de sitios para solitarios / en proporción inversa al lenguaje con que sabemos (pág. 32).

En un ritmo de lectura a momentos acelerado, el poemario anticipa una nostalgia que pierde su pulso especialmente en versos que asimilamos a ciertas escenas de la película Freak: En la hora de la cena / nos estudiábamos / el cuchillo abriendo la carne / el excesivo gesto de llevarse la servilleta a la boca (pág. 25). La tribu / de los enamorados del eclipse / de la mancha en el rostro / de la gota estrangulada / del lodo seco y quebrado (pág. 56).

La imagen total de Circuitos integrados nos llega a través de un video clip del grupo Keane: Bustos tecleando versos sobre un río imaginario rodeado de raíces, hojas e insectos que le muestran caminos de lluvia, oscuridad y destierro. En esos paisajes acaso encontremos los restos de la verdadera Anna O. -o Bertha Pappenheim- rajando sus huesos en posesión demoníaca: Diviso la curva peligrosa que prueba el temple de mi torsión nocturna. / No te preocupes Anna O. / controlo el fuego de mi sangre / controlo los caracoles de mi boca / controlo mi falo prehistórico / no te preocupes Anna, voy con el último disco de PJ Harvey en mi guantera, / para que bailemos con las llamas de las velas / que arrimadas a tus ventanas / indican el camino de las estrellas caídas. El amor como comedia americana desgarrándose a pedazos entre los espirales de unos versos imposibles.

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