Por Juan Manuel Mancilla
Iniciática, astral y precursora. Correspondencia y textos inéditos. Gabriela Mistral. Investigación y Selección de Gladys González. Libros del Cardo. 2020. 318 pp.
Para abrir el comentario, recurro a la idea de polifonía (Bajtin) entendida como el despliegue heterogéneo de voces cruzadas por el texto. Pues bien, este despliegue no solo se concreta en el entramado específico de la producción poética de Mistral, sino que es una constante inscripta en el amplio corpus de su obra escrita. Son múltiples los diálogos que la escritora encarna con diversos códigos y espectros de significación cultural: la pluralidad religiosa, mitológica, filosófica y literaria, articulada con referentes diversos y que sumariamente son necesarios de considerar al momento de leer cualquiera de sus textos.
Entonces, este libro permite adentrarse en esas vastas y desconocidas voces de Mistral. A partir de fragmentos escogidos de dos de los ocho capítulos que lo conforman, intentaré acercarme hacia esas otras articulaciones de la poeta en diálogo con otros registros y redescubrir a una y otra Mistral, tal como propone la editora en esta recopilación y selección de cartas y ensayos que vienen a ampliar aún más la valiosa colección del catálogo editado por Libros del Cardo.
India, budismo, yoguis e hindúes
En una carta fechada en Chillán, a 18 de septiembre de 1954, el remitente le escribe a Mistral “para suplicarle me haga el grande y señalado servicio de informarme acerca del sistema que tiene para dormir mediante prácticas respiratorias yoguis… Como esta es una situación insoportable, me hago dormir por medio de ‘Nembutal’" (Mistral 20).
Desprendemos que el emisor (Baltasar Morales Retamal) no sólo concibe a Mistral como poeta, sino como sanadora o recipiente de conocimientos ancestrales benignos, mostrándonos, así, una mujer que no solo hizo carrera para buscar residencia en la ciudad de los letrados. Por el contrario, se confirma ese camino alternativo transitado por Mistral que por más viajera que fuera, nunca soltó el lazo con el terruño elquino-diaguita, ni de las yerbas montañesas, ni de las flores salvajes del campo, con una memoria siempre viva, activamente cercana a la ruralidad, siempre más cercana y atenta de los saberes y tradiciones de culturas periféricas, en este caso, la medicina china o las prácticas del hinduismo, que visto en perspectiva actual es una de las formas de resistencia frente al saber oficial que desplaza toda sabiduría y conocimiento que no calce con los principios del racionalismo hegemónico occidental. Por ello, el ejercicio de la respiración practicado por Mistral, o al menos su conocimiento, habla de esa conciencia lúcida de conexión del sujeto consigo mismo antes que la desconexión de sí a partir de un barbitúrico, cuyas consecuencias, en reiterados casos, son peores que el mismo síntoma.
En otra carta, fechada en Jalapa, Veracruz, mayo 7 de 1949, Mistral escribe al Sr. Juan Marín en Nueva Delhi, India, refiriéndose a Aurobindo Ghose, maestro de yoga, poeta y filósofo indio, defensor de la independencia de su país y “que algunos afirman fue un descubridor de nuevos caminos de acercamiento a la divinidad y conocimientos sobre la Tierra y el universo” (23).
A partir de la cita, se confirma el conocimiento e interés de Mistral en relación con las tradiciones indias, pero también nos informa de su dimensión ética, en cuanto su rol de intercesora para que el sabio pudiera ser candidato al Premio Nobel de la Paz. Dice:
En este momento me doy cuenta de que tal vez ellos van a presentar al Maestro Aurobindo para el Premio de la Paz. En este caso, ellos disponen de mi firma enteramente y desde ahora mismo. En el caso de que él sea presentado para el Premio de Literatura, dígales, compañero Juan, que, por lo que toca al presente año, yo he adherido ya a la candidatura de (Alfonso) Reyes. (Mistral 24)
El texto acredita la virtud de Mistral en tanto persona franca, sin ambages, sin malversar de su estatus artístico y social. No capitaliza ni especula, ni con el poder, ni con la fama. Inquebrantable y lúcida revela su consecuencia política y artística. Además, el fragmento nos la muestra en plena actualidad de las producciones provenientes de ese mundo tan lejano para nuestro estrecho horizonte cultural acotado a la Europa moderna.
El diálogo epistolar con Juan Marín sobre la postulación al Nobel del maestro Aurobindo concluye así:
Deme noticias de ustedes aun cuando yo calle. Paso hace mucho por una serie de miserias físicas: mi vieja diabetes, la vista dañada por infecciones, la flaqueza de un corazón viejo y padecido. Perdóneme, callo pero no olvido. Siempre le admiré y le quise Juan. Un abrazo para los dos. Repártanselo… Vuestra Gabriela. (Mistral 24)
La cita abre una vía íntima directa con lo sentimental, empleando el lenguaje en su función denotativa básica: no es la poeta, no es el primer Nobel latinoamericano, no es la diplomática la que se expresa, sino la mujer que a través de la palabra desnuda se muestra doliente de cuerpo y alma, herida de amor, quizás, con ese “corazón viejo y padecido” o en el sufrimiento anticipatorio de una silenciosa enfermedad, pues sabemos que ella moriría de cáncer pancreático tan solo un par de años más tarde a la fecha de la carta.
Pequeño fragmento que contiene el emotivo y conmovedor afecto de una de las mujeres más singulares del siglo XX. Si bien, así de estremecedora la cita, en su referencia también nos manifiesta una admirable capacidad resiliente en su ánimo decaído, dado con cierto tono predispuesto a la “jugarreta” o al humor para producir alegría en su receptor cuando en la despedida remata con “Un abrazo para los dos. Repártanselo…”. Ese repartir el abrazo confirma la ingeniosa imaginación de Lucila Godoy jugueteando con la lengua madre, a la vez que dadivosa en justicia para compartir incluso un abrazo.
Finalmente, otra carta me llamó poderosamente la atención, y se trata de una Carta astral (75) confeccionada por un astrólogo italiano, el señor Aldo Lavagnini, pero que por razones de espacio no voy a comentar, sino invitar a descubrir en su propia lectura. Lleva por título “Lo que dicen las estrellas a la poetisa Gabriela Mistral” (72).
Cine y educación
Esta parte del libro está compuesta por colaboraciones de la escritora en diferentes y afamados medios epocales (Repertorio americano, Sol). Lo interesante de los textos, que dicho sea son los más extensos y densos informativamente, se inscriben dentro de la hoy llamada crítica cultural. En “Imagen y palabra en la educación” (230), Mistral se nos muestra como una crítica latinoamericana que a través del género ensayo argumenta convincentemente sobre la necesidad de incluir al cine en el currículum escolar como herramienta ineludible del proceso de formación educativo. A la vez, se nos revela como crítica de cine, abordando con audacia y anticipación intelectual problemas que hoy giran en torno a los debates de la cultura visual y los estudios de la imagen, amplificando la noción de lectura, texto y contexto.
Por ejemplo, en “La película enemiga” (221), problematiza la representación fílmica de los mexicanos, indios o chinos que ella como espectadora observa en los cines de Europa, captando con claridad y precisión la operación discursiva que posteriormente Said, en una línea paralela, llamará Orientalismo, donde “los otros” son construidos a partir de una prefiguración instrumentalizada por el poder y que luego deviene en la imagen predeterminada de la cultura dominada.
De particular interés resulta el ensayo “El Instituto Cinematográfico L.U.C.E. de Roma”, donde plantea: “El lector sudamericano sabe que me disgustan bastante los nacionalismos, y que desconfío de ellos como de religiones civiles hechas sobre el armazón del orgullo” (253). Su argumento justifica lo positivo de la institución estatal que rescata lo vernáculo y nativo que, al decir de hoy, pone en valor a los pueblos autóctonos y originarios de Italia. Es decir, una organización que elabora materiales audiovisuales con fines educativos sobre los productos de la cultura inmaterial de los pueblos ancestrales, iniciativa que Mistral intuye de crucial importancia para proteger y relevar el patrimonio cultural latinoamericano.
Finalizando, la publicación abre estos y otros múltiples mundos de la Mistral, lo cual confirma no solo su condición de viajera cosmopolita y extraordinaria escritora, también sus atributos de iniciática, astral y precursora, por cuanto sus ensayos y reflexiones versan sobre aquellos asuntos que hoy están en el centro de la discusión. Este libro nos lleva a observar en su contexto epocal la presencia de Mistral y su pensamiento disidente y alternativo, marcando hitos que reverberan con la fuerza insoslayable de sus ideas, su urgencia y necesidad inmediata.
Sin duda, los contenidos del libro serán significativos para especialistas, pero más aún son relevantes para el público general interesado en la obra mistraliana. Considero que la edición abre una nueva voz de la Mistral, valioso hallazgo porque acerca otra figura más de la múltiple Mistral, contribuyendo a desterrar la confiscación y encapsulamiento (intelectual y afectivo) de una de las autoras imprescindibles del siglo XX, cuya voz suena para derribar este mundo y proyectar otros nuevos, en donde los afectos, el pluralismo y la diversidad sean los pilares fundamentales de una otra era.
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