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Ricardo Herrera Alarcón

Juan Pablo Ampuero entra y sale de todos los espejos

Actualizado: 8 sept 2021

[Presentación de El espejo en el desván, Bogavantes, 2021]







Has hablado bastante y estás triste Quisieras un país de sueño Donde las lunas broten de la tierra Donde los árboles tengan luz propia Y te saluden con voz tan afectuosa que tu espalda tiemble Donde el agua te haga señas Y las montañas te llamen a grandes voces. Y luego quisieras confundirte en todo Y tenderte en un descanso de pájaros extáticos En un bello país de olvido Entre ramajes sin viento y sin memoria Olvidarte de todo y que todo te olvide.

Vicente Huidobro


Por Ricardo Herrera Alarcón


Intentaré acercarme a El espejo en el desván y a su autor desde mi experiencia personal, desde mis recuerdos y desde allí reconstruir su imagen y su escritura, haciéndome eco de las palabras de mi amigo el escritor Pablo Ayenao, quien señalara que quizás es necesario acercarse a los libros desde los afectos. Pues bien, cada vez me convenzo más de esas palabras, y desde ese convencimiento abordaré la responsabilidad que Editorial Bogavantes me ha encomendado de presentar esta novela póstuma.

El escritor Juan Pablo Ampuero sabía bien que la vida no era un cuento. Su suicidio a los 57 años, un 14 de julio de 2002, es el sino y signo de una vida donde quiso poner en el centro a la literatura y los sueños. En sus libros son recurrentes las señales en ese sentido: Relatos y retratos, Detrás de los espejos, Sobre sueños y plumajes, entre otros títulos, dan cuenta de ese afán por escudriñar lo que se esconde más allá de lo aparente, esa realidad secreta de que nos habla Teillier, esa conversación en la penumbra a que nos invita Eliseo Diego.

Juan Pablo Ampuero corresponde a ese tipo de escritor que recorre los géneros y va de uno a otro: es un poeta que también escribe cuentos y novelas y que no le hace el quite al ensayo. Se habla de un ensayo inédito sobre la conmemoración de los 30 años de ausencia de Teófilo Cid. Creo que ese es un gesto importante de su obra. Volveré más tarde sobre aquello.

Ampuero no fue un escritor precoz, lo que también me parece una buena señal en un país donde todos quieren ser Rimbaud. Su primer libro fue publicado en 1985 a la edad de 40 años. No me es difícil imaginar esos años en Temuco: los viví siendo un adolescente que de alguna forma me enteraba de lo que hacía ese grupo ligado a la Sech. Años de dictadura, de violencia y también de fraternidad y bohemia. Sería bueno señalar que a media cuadra de mi casa vivía el gran poeta Guillermo Chávez, autor del mítico Malditos y benditos, Las iras de Dios o Los cuentos negros de Tadeo Luna, a quien yo solía visitar regularmente para hablar de poesía. Allí conocí también a Hugo Alíster que había publicado hace poco Porque ya no somos niños. Y creo no equivocarme si también atisbé en alguna ocasión en mi casa a Juan Pablo Ampuero visitando a mi padre. Otros autores de esa época que leí tempranamente fueron Bernardo Reyes y por supuesto, Elicura Chihuailaf. También a Guido Eytel, quizás el ejemplo más importante en nuestras letras de que la literatura es cualquier cosa menos una carrera de caballos. Guido debe ser ese raro tipo de escritores que no publican pero se imponen a pesar de ello, al estilo de Rubén Jacob o nuestro querido Gerardo Araneda.

La imagen de Ampuero tiene aún ese aire de mistificación y clandestinidad de esos tiempos de oscuridad ochentera. No podría decir que es un autor olvidado: la mesa de escritores que llevó su nombre largos años, hizo que su memoria permaneciera y cruzara algunas generaciones. Pero creo que existe aún una deuda con su obra y su escritura. Recuerdo una larga conversación con su amigo Jorge Romero sobre su figura y sus andanzas, con el entrañable Luis Labrín, largas tardes recordándole junto a Aníbal Barrera. No hay duda de la admiración unánime de sus pares.

Sin embargo, insisto, hay una deuda con su obra. Su obra poética debería ser reeditada. Dije más arriba que Ampuero reivindica un tipo de autor que para Jaime Pinos viene de Lihn y se extiende a autores más jóvenes como Nicolás Meneses o Enrique Winter. Y yo señalaría, en Temuco, como Ayenao, Rodríguez o el joven Ricardo Olave: escritores que cruzan sin complejos de un género a otro. En eso Lihn fue un maestro, uno de los primeros en nuestro país. No es extraño entonces que estemos hablando de una nueva novela de Ampuero, de la novela de un poeta.

El espejo en el desván es una novela que podría clasificarse en lo que Iván Carrasco ha llamado la literatura etnocultural, es decir, aquella en que se cruzan distintas culturas y donde algunas predominan sobre otras, de manera forzada o en diálogo intercultural. Es una novela que se suma a una tradición de textos narrativos que intentan reconstruir una parte de la historia de nuestra ciudad, como Sangre vertió tu boca, de Eytel, La edad del perro, de Leonardo Sanhueza, El Sur, de Daniel Villalobos, o Ciudad sur, de Luis Marín. En estos textos existen más semejanzas de lo que se podría creer: en cada una está la reconstrucción de un sur íntimo, ligado a la biografía inmediata, más a la realidad que a la ficción. Yo creo ver allí a El espejo en el desván, una corriente más de ese río narrativo, de esa tradición donde cada voz aporta lo suyo.

Cuando leí la novela me hizo recordar Solo de orquesta, de Enrique Valdés, donde se narra la historia de los autores ligados a Nueva York 11, es decir, a la figura de Jorge Teillier. Yo creo que también Ampuero toma sus personajes de la vida real, los viste de su experiencia. Es, por ejemplo, un alter ego del poeta el personaje del loco Trinkel? Quién es el profesor y poeta Julio César Bezanilla? Faustino Calfumán y su compadre Jacinto Mendoza? Y Lincoyán? Rayen y Sara? Los personajes de El espejo en el desván se dibujan con claras características identitarias. Es una novela donde los protagonistas del conflicto étnico en que nos vemos sumido están presentes; es, por lo tanto, también una novela de crítica social donde se toma partido por los desposeídos y marginados. Pero es también una narración de un alto tono lírico. Como alguna vez señaló Bolaño, es en las novelas donde podemos encontrar, a veces, los más altos momentos de poesía. Eso se encuentra en El espejo en el desván. No es un experimento lingüístico, no es un texto neovanguardista, no es la metaliteratura su afán: es una novela que detrás de su aparente realismo esconde elementos fantásticos que de a poco se van revelando a través de la lectura.

Yo tiendo a creer que Ampuero era una suma de las características de varios de estos personajes, que le fue a dando a cada uno de ellos una parte de su vida y su biografía. O así lo quiero imaginar o así lo iba imaginando desde que leí por primera vez esta novela y me entusiasmé con ella y compartí el primer borrador con mis compañeros en la editorial Bogavantes, mis amigos Luis Riffo y Marcela Vidal. Mi agradecimiento al trabajo que realizaron, y que hago extensivo a la viuda del poeta, Sylvia Cortés, y a la confianza que depositó en nosotros y que hace posible que esta novela póstuma de Juan Pablo Ampuero pueda estar hoy día con ustedes.

1 Comment


gmochavez7
Sep 12, 2023

Hermoso recuento-homenaje de todos los poetas que en los ´80 se hicieron camino al andar, cuando todos los senderos estaban cerrados, cuando un muchachito hijo de un recordado pintor miraba con ojos asustados hasta al más modesto escribiente. Gracias Ricardo Herrera....

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