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  • Claudia Jara Bruzzone

También fui una poeta joven o volverse boomer en la poesía


Por Claudia Jara Bruzzone

(Un coin de table, de Henri Fantin-Latour, 1836-1904)


Los –por ahora– poetas jóvenes de Temuco, esos que nacieron a mediados de los 90, nos quitaron la novedad y estaba bueno, ya era cuestionable esto de ser poeta joven eternamente y no me parece mal, para el estado actual del arte, perder la juventud a los 35. Lo anterior, sobre todo recordando que cuando comencé a circular en los ambientes literarios de La Frontera, los llamados poetas jóvenes rondaban las cuatro décadas. Al parecer en otras latitudes –las más cercanas a la capital– estos márgenes etarios se manejaban más acorde a la convención o poseían límites menos difusos que en La Araucanía. Lo cierto es que hace una década atrás aquí a los 20, como poeta, no existías.

No es que los años nos separen tanto, invirtiendo la fórmula de Nacho Vegas, un asturiano medio pesimista que me gusta escuchar, soy como diez años más triste que ellas y ellos, tampoco es que la juventud en sí misma me importe, los años –más o menos– no aseguran nada. Lo que sí es cierto es que hay brechas generacionales que nos distancian y me hacen sentir una boomer de la poesía; sin embargo, esta pequeña separación es lo que suele ocurrir con los fenómenos emergentes y lo que a lo largo de la historia ha enriquecido –de una u otra forma– a la literatura.

Cuando comencé a escribir y relacionarme con poetas y escritores locales, había algunos ritos de iniciación: beber en La serpiente, juntarse en Don Moise, asistir a pobres lecturas poéticas –pero que se las arreglaban para contar con un vinito de honor– en general, todas prácticas vinculadas a esa idea del poeta borracho o la poeta maldita. Esos personajes decoraban la fauna literaria local y me imagino que también habitaban otros ecosistemas escriturales más allá de los límites de Wallmapu. Probablemente esta nueva generación inventó sus propios ritos, encontraron nuevas calles y bares, quizás son abstemios –lo dudo–, pero no los encontraré visitando los mismos sitios de siempre. Para conocer más a la nueva generación de poetas temucanos debo internarme hacia otras rutas: visitar Facebook, revisar historias en Instagram, entregarme a la tumultuosa vorágine del hipervínculo.


¿Quiénes son las y los actuales poetas jóvenes de Temuco?


Para responder, es preciso remontarnos un poco en el tiempo. Corría el año 2016 y un grupo de veinteañeros se reunía bajo el nombre de Colectivo RUDA –más tarde Ruda Temuko–, que en su manifiesto declaraban sentirse alienados en la cuna de la poesía nacional y preocupados por la precariedad que habitaban desde el punto de vista creativo, desconectados y alejados de otros escenarios nacionales que poseen más movimiento. Para dar respuesta a su inquietud y entusiasmo organizaron varias lecturas y también publicaron una revista que difundía su trabajo. De este colectivo y/o vinculados a él por su participación en el espacio, se mantienen aún algunos nombres resonando: Paula Cuevas, una voz poética fuerte y muy clara en sus obsesiones temáticas, que el año 2020 publicó junto a editorial Bogavantes su libro Otredad de tumba; Manuel Oliva, quien este año publicó su primer poemario, Rutas interiores, con la nueva editorial Tortuga Samurái; Romero Mora-Caimanque ha levantado otros proyectos como De la Ausencia, hizo suya la misión de antologar a su generación y actualmente incursiona en el campo editorial con Tortuga Samurái, donde publicó hace poco Motivos, escenas y gorriones. Mención aparte tiene Diego Rosas Wellmann, quien no se relaciona directamente con el colectivo, pero mantiene afinidades y vinculación con algunos de sus miembros y que por cuestiones netamente temporales ubico dentro de este grupo. Ha publicado Resquemores el año 2019 junto a editorial Bogavantes y actualmente prepara un libro de cuentos titulado La mugre.

Mientras tanto, paralelo a lo que hacían los jóvenes de RUDA, otro grupo comenzaba a unir sus inquietudes artísticas. Cuenta la leyenda que tras algunos conflictos de visión –para suavizarlo un poco– un par de miembros de la Revista Zur (Universidad de La Frontera) en el año 2019 se aparta de este proyecto para iniciar una revista independiente, titulada Revista KUMA. Este nombre da el carácter a los escritos, se tratará de una publicación periódica y los textos incluidos en ella abordarán temáticas como el crimen, la violencia y la delincuencia. Sus fundadores se reconocen como tríada severlaísta y utilizan pseudónimos para resguardar sus identidades. Ulises de los Monicongos, Nancy de los Dolores y Hermafrodito el Antihombre son los encargados de la selección de textos y quienes mantienen la publicación, pero algunos otros nombres como Morgana Drakaina y Sixto Pietro García, también conocido como Garza, publican frecuentemente en la revista. Desconozco los nombres reales de l@s poetas que participan en KUMA y creo que esa es la idea, han declarado querer ir más allá de los proyectos literarios personalistas y tanto la revista como ell@s son un acto performativo y me recuerda a la canción de los Crass “Punk is dead”, pero en este caso los KUMA parecieran murmurar en tu oído que la poesía ha muerto. Para leerles pueden visitar el sitio https://revistakuma.wixsite.com/revistakuma donde encontrarán las revistas KUMA y FALSA y además las obras publicadas de sus miembros más activos.

En ambos grupos, destaco el ánimo de reunirse más allá de las individualidades, el propósito es escribir y publicar y para ello han sido capaces de levantar sus propios espacios, superando las limitaciones y las escasas oportunidades editoriales en provincia. Cuando el papel no fue amable desacralizaron el formato y se mudaron a lo digital y por ello la Pandemia los encontró mejor preparados. Mal que bien, hoy por hoy todos nos leemos por Facebook o Instagram, guste a quien le guste en la actualidad son frecuentes los encuentros literarios virtuales y sí, los boomers de la poesía seguimos añorando los vinos de honor tras una lectura o presentación y somos quisquillosas y quisquillosos con nuestras obras, nos cuesta soltar el texto y editamos hasta el cansancio. Pero de seguro tenemos muchos más puntos de encuentro que de desencuentro.

Seguramente muchos nombres han quedado en el tintero de esta espectadora lejana, deberé seguir atenta a los espacios que vaya generando esta nueva generación, por ahora observo con gracia cómo crece la escena literaria temucana, que busca en ocasiones incomodar a los boomers de la poesía, esos que preferimos escribir desde nuestras madrigueras. Hay que disfrutar la primavera, pues en la poesía la juventud no es más que una gran alegoría sobre la creación y más temprano que tarde llegará el relevo.


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