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  • Claudia Jara Bruzzone

Sin timón y en el delirio: Una lectura a Sapolsky de Cristian Geisse


Por Claudia Jara Bruzzone


“La especie de locura con que vuela un anciano

detrás de las palomas imitándolas

me fue dada en lugar de servir para algo”


E. Lihn


Desde el folclore y la mitología nórdica y germana surge la figura del doppelganger, creencia que se basa en la idea de que todos poseemos un doble rondando por alguna parte. Suele creerse también que este ser es nuestro gemelo malvado y si llegamos a cruzarnos con él es un seguro augurio de muerte. Esta creencia es tomada por Cristian Geisse (Vicuña, 1977) en su última novela, Sapolsky (Emecé, 2021). En ella Pedro Araniva Pavian, personaje que conduce la narración, nos transporta hacia un alucinante viaje por los recovecos de su psicología para comprender su obsesión por el científico Robert Sapolsky, quien asegura es su doppelganger.

Pedro Araniva Pavian es un tipo en crisis, que a sus cuarenta años está decepcionado de sí mismo. De cierta forma aborrece su propia existencia y parece oscurecer voluntariamente los escasos ángulos luminosos de su vida, obsesionado con la idea de que Robert Sapolsky, un científico estadounidense especialista en neuroendocrinología, es su doppelganger. Movido por esta obsesión intentará en un inicio, compulsivamente, contactarlo para luego convencerse de que la única forma de recuperar las riendas de su existencia es matarlo. El mismo Pedro Araniva reconocerá que él es el verdadero gemelo malvado, introduciéndonos como lectores en su paranoide lógica y nos convertirá en testigos de una serie de correos electrónicos que envía a Sapolsky misivas que jamás tendrán respuesta y comenzará a vestirse como él o como cree que visten los científicos; esta alteración en su conducta tendrá consecuencias, de las cuales la más significativa, sin duda, será el abandono por parte de su mujer, que llevará aparejada la necesaria convivencia con un grupo de singulares personajes que, en lugar de ayudarlo, malogran aún más su ya torcida sobrevivencia. Con todo cuesta arriba y más de una que otra peripecia que van desde peleas y robos hasta viajes místicoslogrará su propósito, llegar a la universidad donde trabaja Sapolsky y concluir de alguna manera su empresa.

Ahora bien, la utilización del doppelganger no es nueva, hay vastos ejemplos de su introducción en la literatura. Quizás la obra más famosa sea “El príncipe y el mendigo”, de Mark Twain. El cine ha trabajado también con este concepto, Kieślowski lo aborda de manera sublime en “La doble vida de Verónica”. Sin embargo, vale la pena destacar la forma que Geisse elige para recobrar esta figura, toda vez que la narración está construida desde la voz del doppelganger malvado. Este recurso le facilita introducir los desvaríos del personaje y una perspectiva distinta a las ya conocidas y permite que, a pesar de la evidente pérdida de sentido común del narrador, podamos encontrar luces de cordura en su extraño razonamiento. Bajo este mismo punto, un hecho interesante es la presencia del mismo Robert Sapolsky, quien, a diferencia del protagonista, no es un personaje de ficción. Este cruce entre la realidad y la ficción enriquece aún más la utilización de la ya mencionada figura del doppelganger.

Un aspecto no menor es el estilo que utiliza el autor. Hasta aquí, uno podría creer que se trata de una obra pesimista y sí lo es en varios sentidos, pero todo el desastre que lleva a cuestas Pedro Araniva es aligerado por el tono hilarante con que Geisse construye el relato. En este sentido, se destaca la presencia de los diálogos y anécdotas del narrador con otros personajes masculinos que ponen en evidencia las semejanzas de nuestra especie con los simios. Por todo ello, no sería extraño que al final de esta historia el protagonista nos cause más simpatía que rechazo.

Merece la pena relevar el rol que cumple el espacio físico en esta obra. La mayor parte de las acciones transcurren en Vicuña, ciudad que más allá de ser mencionada en las biografías que memorizamos de Gabriela Mistral pareciera tener como muchas otras provincias una figuración menor en la literatura chilena; hay aquí, a mi parecer, una intención explícita de trasladar los espacios narrativos hacia ambientes menos hegemónicos.

Más allá de los recursos mencionados, es interesante cómo esta novela recobra el clásico tópico del viaje. El protagonista experimenta un verdadero periplo hacia el infierno, recorriendo los meandros de una intrincada psicología que lo lleva a tomar pésimas decisiones. Pedro Araniva Pavian pareciera arrojarse en picada contra un precipicio moral, conduciendo su existencia hacia el caos. La obra podría entenderse como una búsqueda desesperada de sentido, un arrebatado intento por recobrar el timón perdido, una situación con la que, como lectores, más allá de la ficción, podemos empatizar al vivir en una sociedad donde el absurdo y la inconsistencia son pan de cada día.

En Sapolsky de Cristian Geisse nos encontraremos, en definitiva, con una novela de lectura ágil, con diálogos y anécdotas hilarantes que encubren el pesimismo de nuestros tiempos y donde su autor logra maniobrar con destreza diversos recursos estéticos y temáticos, que hacen de este libro una paradójica grata invitación al infierno mental de Pedro Araniva Pavian.

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