[Ciertas aproximaciones a Breve estudio sobre las aves (Observatorio 19, 2021) de Charlotte Von T.]
Por Pablo Ayenao
El imaginario pajaril, con sus conexiones y resonancias, su vuelo constante y su refreno impávido, marcan este pulcro y riguroso poemario. Pero más allá de la alegoría, es la alusión (y quizás ilusión) del firme y permanente trayecto (una estela escritural que sostiene más que un fulgurante aleteo) la que compone y abriga este libro confeccionado desde una mirada precisa y al mismo tiempo extensiva. Así, se despliega una estética sinuosa y sensible, superficie dúctil, adaptada al vibrante respiro.
Breve estudio sobre las aves lo firma Charlotte Von T.; seudónimo de Carla Navarro, poeta y profesora de Lengua Castellana y Comunicación.
Antes de ahondar en la escritura propiamente tal, necesito detenerme en la bella edición, destacando el cuidadoso trabajo realizado por Observatorio 19, en donde sobresale la encantadora configuración con páginas y letras en blanco y negro; además de resaltar y reconocer las preciosas ilustraciones a cargo de Nicolás Salas.
El título del poemario sugiere y desdobla la grafía, las contraseñas atendidas. Breve estudio sobre las aves, a modo de un análisis naturalista o un documento siempre convexo, instaura una óptica que no es irreductible, si no que se encuentra en constante percepción y dolorida inquietud. Embozo, cobertura y densidades, burbujeo que caza y sostiene. Estamos frente a una voz que otea la forma pajaril para traslucir su propio trino y su propia pérdida; obligándonos a vislumbrar los infalibles minutos y los borrascosos días; el recuento de los años en febril embeleso.
Este reflejo animal / humano, la bifurcación y oposición entre dos corporalidades, los deslindes nunca achurados abren los fuegos: “Al quinto día Dios creo a las aves / esparciéndolas frágiles por los extremos del cielo, / sus ojos son un lente en el humedal humano, / hacen de los árboles su techo / dejando caer las hojas”. La prótesis, el cristal y su inabarcable perspicacia, reafirman el aciago mundo, el aciago pertenecer. De igual modo, este rotundo vuelo más que la extinción, incita e invita el despertar, incita e invita la vuelta larga del despertar: “A pesar del viento y la torpeza, / permanece el vuelo, / más no el pájaro ni la libertad”. El revoloteo entonces, el sobrevenir siempre trasciende (aunque no lo podemos advertir de esa manera) y no perdona ciegos resquemores. Pero no solo eso, porque justamente es el pajarillo, justamente es la escritura la que inunda todo con su imperativo plumaje y su invariable claridad. “No sé si son pájaros / los que derraman su canto en mi cabeza / del otro lado se oye el viento / en su impulso plumífero por existir”. Vale señalar que pulimos la senda, el venerable argot. Tallamos un carácter pajaril que contiene otro carácter animal.
Aquí es necesario considerar la velocidad del desplome, porque parecemos solo actores ilusorios de un derramamiento mayor: “Mientras todo cae a pedazos / tú estás jugando con el viento, / se hace una pausa en el tiempo / cada vez que canta tu risa”. Este desbordamiento presenta una única salida, allí radica el gesto rehecho, congelado y descongelado. O quizás es solo una estratagema; y el alud es solo alud y nada más: “Por ese cuento ficticio de la libertad / cuando lo único libre es el deseo de caer, / caer, caer de quién diablos sabe qué piso”. A fin de cuentas, el derrumbe es la parte inevitable (y querida) del trayecto, debemos ciegamente entregarnos a ella, porque solo ella despliega la cadencia erótica del destiempo: “El vuelo intenta sostenerse en el aire / esperando el primer beso de la noche / para cambiar de ruta y que le lleve al sur”. Por cierto, buscamos un lugar querido, urgente madriguera para apaciguar, mitigar los temblores. Pero éstos, a pesar de todo, no logran nunca aclimatarse y en el aire permanece siempre un sortilegio y un quebranto: “Finalmente, choca el pájaro en la ventana / y se da cuenta de su insignificancia, / solo está para hacerle sombra a mi cabeza”. De esta manera, somos cautivos de una oscuridad que ensombrece irreparable, y que trasiega todo a su paso, no obstante creamos lo contrario.
Sobrevivencia diaria y siempre simultánea es el lema. Así, Charlotte Von T persiste en el soporte animal y en la panorámica oblicua de la escritura. Breve estudio sobre las aves es un poemario sagaz, que fluye en versos nítidos y cadenciosos, que interroga vastamente y que refrenda un conjunto y un ordenamiento. Se asoma esta virtuosa bandada, una (meta) escritura vivencial siempre en desplazamiento, planeando por sobre los árboles y su magnífica (y cada vez más escasa) espesura.
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