Américo Reyes Vera (Curicó, 1960) ha sido incluido, entre otras selecciones de poesía, en: 100 años 100 poemas. Centenario Natalicio Pablo Neruda (LOM Ediciones, Santiago, 2004); Poetas del Maule. Antología para el Bicentenario (Editorial Universidad de Talca, 2007) y en Antología de poesía chilena, Tomo III, de Thomas Harris, Teresa y Lila Calderón (Editorial Catalonia, Santiago, 2018).
En el año 2016 fue finalista del Premio Municipal de Literatura de Santiago, con su libro El Confesionario, publicado por RIL Editores, y su libro Black Waters City (Ediciones Nueve Noventa) obtuvo el Premio Mejor Obra Literaria 2019, del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile, categoría Obras Editadas, género Poesía.
Es autor, además, de los siguientes libros de poesía: Los poemas plumaveral (Ediciones B 612, Curicó, 1992); Boleros son boleros (Mosquito Editores, Santiago, 1995); El centinela y su cántaro (Ediciones B 612, Curicó, 2010); Que los cuerpos cumplan su destino (RIL Editores, Santiago, 2012); El flautista (Ediciones Inubicalistas, Valparaíso, 2017) y Canto en el canto (Ediciones Nueve Noventa, Curicó 2021).
FÁBULA PARA APRENDER A RESPIRAR
Valió la pena tener cuerpo porque hay niebla
y es un lunes que se filtra por las ranuras
ahora que vengo de tanto madrugar
sin ni una chaucha, sin mi madre
y sin máquina de escribir en donde cabría una vida
de descubridor perezoso, chirriante entre colores verdes,
y un torso fugaz triza la turbulencia
como un perfume que busca su flor.
Y yo a quien busco es a quien sea como yo
—alguien que al irse no se vaya, que acabe conmigo—
en la ciudad en la que el que posa de «iluso»
es el que inaugura, sin la menor ceremonia,
este revival de tentación, perfidia y desencanto.
He conservado la mirada y miro
desde mi gruta el Curicó que no figura
—bien por sumisión, bien por rebeldía—
ni en las cartografías ni en los pensamientos de nadie,
y tengo quince años cada vez que me incitan
cual Scheherazade, rehuyendo
—entre verso y verso— del charlatán
cuyo reino termina donde comienza mi cuchillo.
Estoy auscultando címbalos
encadenados unos a otros
por un torrente que los prende y los multiplica,
y excrementos de ángeles en la luminosidad de los juncos.
(Desde el punto de vista de mi perro
sólo me faltaría la cola).
Aquí bajo mis pies
hay un polvo que podría servir.
Sería fácil hacer otro hombre de él.
(De Que los cuerpos cumplan su destino)
VADEMÉCUM II
Antes y después del cataclismo
habrá quien viva gracias a mi semen, sin ser mi hijo,
habrá quien me cobije en su vientre, para expulsarme luego, sin ser mi madre,
habrá quien me fustigue desde su insensato orgullo, sin ser mi padre,
habrá quien a su antojo cambie una y mil veces mi destino, sin ser mi dios,
habrá quien me rechace, acurrucándome, sin ser mi lazarillo,
habrá quien haga de mi irreverencia su Pentecostés, sin ser el que por mí se desangre,
habrá quien por el resto de sus días me lleve en su conciencia, sin ser mi asesino,
...y habrá también aquel que sea libre del todo, sin ser nadie,
antes y después del cataclismo.
(De Que los cuerpos cumplan su destino)
DECÁLOGO DEL POETA
Escribe poesía como si no tuvieses nombre, tal
si las palabras fuesen un sueño
o un derroche, como si hubieses sido tú
el primer partisano que gritara,
al lanzarla: ¡Viva la flecha fértil!
Escribe poesía de lo que nunca verás
ni podrás definir ni llevar a cabo
en contra de la luz o a favor de ella, como
si fueses el ciego que ostentó su blasón
en la ciudad marcada por el fin de la leyenda
y el principio del miedo.
Para el sordo verdadero
que aprendió a escuchar de abajo hacia arriba
escribe poesía
como si no fueras tú el Oidor flagrante, aquel
al que hicieron sosegarse a palos.
Escribe poesía cuando te hablen y hablen
y el silencio, no obstante, persista,
pero también cuando no haya ningún silencio que encubrir
porque las palabras se habrán salido de madre.
Y porque el roce de las manos engaña y envilece
envejeciendo indistinta, prematuramente
al tocador y su tocado
escribe poesía como si no tuvieras manos.
Escribe poesía como si no tuvieras lengua, maldice
cantando los planes del mentiroso y del cobarde, y de rondón
pregúntate quién eres, de qué instrumento
no menos maldecible que tu lengua te has valido
para maldecir cantando los planes del mentiroso y del cobarde,
y di que las palabras no nacen de la lengua
sino de un sopor voraz a la par que justiciero.
Y cuando el deseo satisfecho reinicie, cual Fénix,
su incesante maquinaria de insatisfacción,
escribe poesía como si no tuvieras cuerpo
o tu cuerpo fuera el cuerpo del delito o
el reproche donde el amor retoza y perece.
Y cuando el universo cambie de lugar
escribe como bailas, cánsate sonriendo y avergüénzate
de ser aceptado en un mundo que detestas;
y que el iluso saque sus conclusiones.
Escribe poesía como si no conocieras
el olor de la mandrágora ni la saturación de la muerte
y enséñale a tu lector, convéncelo, oblígalo a consentir
que los mil y un sentidos de los que has sido dotado
no te han servido en ningún tiempo
para nada.
Y dondequiera que te halles
escribe poesía como única defensa. No sea
que se desate una guerra
y descubran que eres el enemigo.
(De El confesionario y Black Waters City)
AFUERINO
Era un afuerino alegre y ligero, de oficio.
Daba la impresión que tenía otro cuerpo
escondido en alguna parte
pues a medida que hablaba
iba como desapareciendo —si bien
sus risillas lo traían de vuelta
a una realidad que se tornaba palpable
y dócil, íntima—. Y hubo un segundo
en el que fue muy joven.
Y otro en el que su mirada
chorreaba un tipo de inocencia
desconocida en el pueblo.
A veces parecía que estaba desnudo
pero eran los presentimientos
que se le escapaban de la piel,
contra su voluntad, traicionándolo.
(De El flautista)
CHACALITO
Yo estaba vuelto hacia el sur
cuando encallecí mis palmas.
Era un niño-choclo
parido en una guerra
en la que todos vencían.
Un chacalito de greda
que soñaba por primera vez.
Asimismo, sentía vergüenza
de morir, de no pecar
contra mi piel y el aire.
Sin medir las consecuencias
me iba al río a beber
el vino robado a mis mayores.
(De Canto en el canto)
MI COMPATRIOTA RIBEREÑO
Compatriota ribereño, no podría
aseverar que no seas el viento por cuanto
conozco muy bien tu silbido
y el modo que tienes de levantar o derribar una pasión.
No sé si eres el día o la noche… ¡tan capaz eres
de encender un deseo como de apagarlo!
Y no sé si cuentas o no cuentas
con un cuerpo donde albergar un alma.
Y si un delirio te falta o te sobra.
Tampoco estoy seguro si eres la vida o la muerte
en este instante
en que todo transcurre y deja de transcurrir.
(De Canto en el canto)
MI PREGÓN
No jodan.
Yo vine aquí a llorar.
Éste es el sitio de mi pregón.
Yo vine aquí a hablar de mis hombres, del
silbido con el que me invocaron.
Yo vine aquí a entretener mis manos.
Yo vine aquí porque la muerte se fue.
Yo vine aquí a hurguetear en mis pesadillas.
Yo vine aquí huyendo del dios que perdió
la poca fe que me tenía.
Ahora yo soy esa fe.
No jodan.
(Inédito)
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