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Viaje inconcluso

Sobre "Arritmia", de Hernán Contreras R.

Por Isabel Guerrero


Todo ha sido resuelto, excepto cómo vivir.

J.P. Sartre


La vida es esa constante que nos envuelve, un concepto que se torna fácil de enunciar a la vez que se nos hace tan complejo experimentarlo. Pasamos por ella, o ella nos pasa delante y a veces sin quererlo nos aplasta o nos convida a darle la vuelta, de la mano, a pie. En esa misma línea avanzamos queriendo darle un sentido a la existencia, queriendo tomarla para que no se escape. Sin entenderla a veces, por inercia, la pensamos como el manto firme que nos abriga del miedo o, precisamente, nos arroja a él.

La rabia, la tristeza, el miedo, emociones que nos han determinado desde aquellos tiempos en que no le dábamos importancia. Luego se nos vinieron encima los siglos y sus complejidades, las eternas angustias por el ser, el devenir, la conciencia, la identidad. La cultura determinante nos agarró por abajo y dimos por sentada la vida. En esa compleja posición en la que completamos los años, a veces, nos detenemos. Un pulso, una despedida, una muerte, una hoja que pasa o el río que corre, un dolor muscular, una arritmia. En cualquier momento y por cualquier motivo, doblamos el cuello para observar. De seguro a cualquiera de nosotros nos pasa que un pequeño sobresalto, alguna agitación matutina o un mal sueño, nos ha dejado en la pendiente de la pregunta.

Desde ese limbo, esa pendiente, o desde el filo de la navaja, nos arremete Arritmia, libro de poemas escrito por Hernán Contreras R. y editado por Signo Poesía. Un libro compuesto por 33 hermosos poemas que nos invitan a sentir ese desordenado pulso que nos saca de lo ordinario, de lo común, para obligarnos a experimentar la incertidumbre. Siendo sincera, no es un libro de felicidades, de armonías, no es un libro de autoayuda. Es un relato que nos somete a esas sensaciones que tratamos de evitar todo el tiempo. Aquello que a toda costa intentamos rehuir. La imagen de angustia de la que nos habló la filosofía occidental del siglo pasado, con sus nihilismos, con el ser, el no ser y el estar, el adentro y afuera, y toda la conciencia de saberse en un mundo inventado por nosotros mismos, humanos frívolos, sangrientos, vengativos, se hace presente porque los años que siguieron al siglo pasado también trajeron vacío, liberalismo, esclavitud, guerra.


un río saqueado se reconoce

por la ausencia

de ruido.


Dice el poema "Encierro". En esos versos y en otros, se extrapolan sensación y paisaje, idea y sustancia, reflexión y crítica social y la presencia de la naturaleza deja de ser mero adorno del poema. En Arritmia se funda el dominio de una sabiduría que íntimamente se relaciona con las representaciones físicas concretas de la naturaleza, desde donde su fuerza vital no procede de la intuición inmediata del proceso de la vida humana, concebido como una acción o necesidad biológica, sino que también abarca, en una unidad compleja y particular, lo espiritual y lo físico como hemisferios de un solo ser, que en todos sus tiempos se manifiesta al mundo y desde el mundo.

En este sentido, lo espiritual proviene del ejercicio reflexivo de salirse de sí, para observarse:


Ahí se espejeaba todo

hasta que el mundo y mi cara

se iban con las olas provocadas por una hoja caída

que el más mínimo viento

se hubiera llevado.

("Otra pausa")


En esa inspección personal, los versos se van intercalando como fragmentos que ordenan las respuestas, el uso de lugares habituales dentro del poema nos permite anticiparnos a la reversión del espacio-tiempo. Ya lo planteaban los griegos en la antigüedad, lo sagrado, lo divino se aloja en el hablar, en el lenguaje, la palabra humana que es capaz de asir las estrellas sin quemarse, como dice el poema "Vista hacia los cerros"


las estrellas nacen en los postes de luz

en los cerros

entre calles nuevas y terrenos tomados

tenemos la suerte de poder presenciar

su muerte y nacimiento

mirarlas de cerca

sin quemarnos los ojos


Tenemos la suerte, dice el hablante, pero esa voz también reconoce en su actitud, la resonancia de una época, la angustia que, precisamente, es la clave de la humanidad. Esa incomodidad con la que nacemos y que, aunque intentamos anestesiarla, se queda de pie junto a nosotros, como sombra y luz, como pasado y presente, al mismo tiempo.. Encandila, brilla, produce ceguera… los reflejos dan paso a las versiones distintas de la misma forma, otra perspectiva, el ángulo que siempre esconde algo más.


El suelo contiene al cielo

en el agua de la lluvia de ayer


Asoma el juego de polaridades, tal como lo sería una Arritmia, pausa, movimiento, vida, muerte, la luz y las sombras que están presentes en todo el esqueleto del libro. Un cuerpo que se agita, se mueve, se estimula con las dificultades de un tiempo que se presenta en las mismas contrariedades que hace siglos atrás y que con forma de luz, vitrina, espejo, letrero luminoso, focos o electricidad nos invita a revisar la infancia, el amor, las relaciones, la sociedad y sus decisiones. En su opuesto, como toda moneda con su otra cara, viven las sombras, las siluetas, el silencio, lo que nos empuja a identificarnos, precisamente en esa otredad reconocer que en la sustancia que es oscura, también hay primaveras que renacen, que nos aflojan, nos deslumbran, a pesar de que la gotera siga cayendo en el mismo sitio o que el río en el que nos sumergimos nunca sea el mismo, de todas formas asistimos a la vida y presenciamos sus cambios.


En el lugar donde ayer te protegías de la lluvia

hoy

con el cielo despejado

el agua continúa su caída


Los poemas, como escenas, nos regalan capítulos de una historia que pulsa, que viaja a pestañeos entre recuerdos, pequeños flashbacks de vivencias que van y vienen como el río, cuestionan y determinan el presente, el tiempo, como la medida de lo que no se puede medir, se alarga como ese cuello que busca el agua o la multitud y esa multitud como la humanidad sin sentido, hipnotizada al tiempo que avanza, el hablante se detiene en las curvas del camino para tantear el terreno, la ciudad está presente en contraste con la anatomía de la naturaleza, con el esqueleto de los árboles que se filtra para recordar la infancia o recordar que “el humano” siente, está vivo, y que puede conmoverse con la sencillez de una hoja.

Como lectora de poesía, aprecio en Arritmia la interpretación que hace desde una época ruidosa, en la que se hace necesario buscarse en lo sencillo, reconocerse en la calle, recordarse desde la sutilidad de un vidrio, de un aroma, de una imagen. Aprecio el rescate que un hablante cansado emprende frente a las fragilidades, usando las mismas para fortalecerse. En este mundo tangible que nos impone Arritmia no podemos desentendernos en superficialidades, mirar para otro lado o hacer cuenta de que las cosas no afectan.

La buenaventura que nos deparaba el progreso no llegó, porque la miseria es atemporal, porque no hemos salido de ese abismo, de esa caída moral que ha separado el bien común de la carne. Que nos ha dejado sin palabras propias para hilar una historia. Hace rato se nos cayó el dios del olimpo, así también se nos cayeron los ídolos, los mártires, los héroes. Nos quedan cuadros vacíos sin retratos que acomodar, la resignación de que por más que tejamos, las agujas se siguen quebrando. Vemos eso en Arritmia, un caldo frío que quedó sobre la mesa a la espera de los comensales que no llegaron.


nos dicen

que un lugar se vacía con su propia multitud


el ruido de un río

que anuncia un escape entre tanta piedra.


 

Poemas de Arritmia


Extremos


La mariposa no puede recordar que ha sido oruga

así como la oruga no puede adivinar que será mariposa

porque los extremos del mismo ser no se tocan.

Enrique Lihn


Ver el sol en un vidrio botado

a las dos de la tarde    un día de invierno


el calor se nos perdió hace meses

en lo que podría ser    una botella rota

se encuentran las tardes de verano

el ruido de los álamos y un niño corriendo


es solo un vidrio

encandila durante unos segundos y aparecen

las imágenes de una estación contraria


queremos frío en el calor y calor en el frío

tomamos cerveza o vino

para sentir el otro extremo


el niño alcanza su objetivo

y una hoja

suena bajo los zapatos

 

el vidrio ya no te encandila

 

ahora ves el sol

en una poza que aún no se seca

y todo parece indicar lo siguiente:

 

el suelo contiene al cielo

en el agua de la lluvia de ayer.



Riesgos

 

la inmundicia dices, la inmundicia

y un mundo a contraritmo: ¿qué esperas para dar el salto?

Tania Favela

 

Se secaron los ojos apenas abiertos

las pestañas volaron y se mezclaron

con las primeras sombras del día      

 

frenar

era romperse

 

un cuerpo intenta despegar

 

la calle que vibra por el calor

deja zapatos abandonados

 

a nuestras espaldas

todo lo imaginable

 

fue en otros años

que el color de los cerros

cambiaba con las horas.

 

 

Distracciones


Y fuimos descendientes de las aves

semejantes al caer en picada

Marcela Parra

 

Abrí las ventanas para buscar

silencio

en los ruidos

 

como en una caída

mis párpados se arrugaron

buscaba mirar

la quietud del vuelo de un cóndor

luciérnagas invertidas

que trajeran la noche a pedazos

 

me había llevado a la casa

todas las suelas que ese día

intentaron emparejar                         el pavimento

 

hoy también vi un listado de nombres que solo crecía

 

de nuevo          

palabras intermitentes

otra vez

por todo lo que es                             una jornada


 

Paseo

 

caída de paños

sobre veredas aún frías

retazos

de tela comprados

en cámara lenta

Vicente Oyarzún Cartagena

 

Ver siluetas alargadas

multiplicadas como mano que se agita

y adivinar qué banca se mantendrá vacía

 

las vitrinas nos vuelven a recordar el paisaje

 

soledad encandilada al estar rodeada de gente

 

la imagen de quien se va sin despedirse

se borra un domingo

      en silencio

los ojos buscan el sol en las veredas

los pasos propios en los oídos

cuando todos los colores están                  en donde pertenecen

 

se escucha un pétalo

al caer

aun así

alguien podría extrañar los paños en el piso

las palomas entre las migas

carros de comida      cada vez más ofertas       más distracciones

pero sólo se confunden entre sí                   papeles y hojas secas

que amagan con quedarse fijas en el suelo

donde algunos duermen y soportan el silencio hasta la hora

en que abren las oficinas

 

nos dicen

que un lugar se vacía con su propia multitud

 

el ruido de un río

que anuncia un escape entre tanta piedra.


 

No nos alcanzamos 

 

y es que tardamos años en construir este vacío

lo tejimos con calma

con la precisión de un ciego

Priscila Cajales

 

Me ciego al mirar una cortina

imagino las siluetas

de toda una ciudad

 

duermo con las luces prendidas

y sueño que me imaginan

los de afuera

 

a veces me anticipo

apago las luces cierro ventanas

 

evitar la brisa mezclada

con un sol que también

está con el agua hasta el cuello

 

espero un movimiento

lento en las veredas

 

atravieso las cortinas

apenas                       una silueta humana

 



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