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  • Viaje inconcluso

Las infinitas noches de la poeta colombiana Carolina Cárdenas

Actualizado: 24 jul 2023


Carolina Cárdenas es escritora y editora colombiana, licenciada en Humanidades con énfasis en Lengua Castellana, postgrado en Creación Narrativa de la Universidad Central y docente y tallerista de creación literaria. Fundó, dirigió y editó la revista literaria Gavia de la Universidad Distrital (2005). Ha publicado Caen cenizas sobre la ciudad (2021) y Después de la nada (2023) por la editorial chilena Conunhueno. Fue finalista en el concurso de poesía Nueve editores con la obra Después de la nada (2021) y obtuvo accésit con Ninguna tierra me habita y sin embargo soy (2018) en el Premio Internacional de Poesía “Rostros para autores con un rostro”. Ganó el concurso de cuento Estímulos a la Creación Artística con el libro Parajes inesperado (2006). Ganó el segundo puesto en el II Concurso Nacional de Cuento El Túnel (2011) con el texto A la deriva. Finalista en el Concurso Nacional de Cuento La Cueva con el texto Mañana será otro día (2012). Publicó Somos náufragos (2013). Su obra ha sido becada, premiada y publicada en revistas y libros en el Salvador, Colombia, Argentina y Cuba. Fue columnista en el periódico El Mañana, en México, y Tres mil, suplemento cultural de El Salvador. Actualmente, es columnista de un blog del periódico colombiano El Tiempo y colaboradora en la revista Mal de ojo.


Selección de textos de la obra “Caen cenizas sobre la ciudad”

Bogotá, 06 de agosto de 2020


A mí que tengo ideas repetitivas


Mi pensamiento es una nebulosa de moscas

donde converge la misma idea

en estado larval

Me sumerjo en el paisaje de un edificio que se repite

entre avenidas de nubes que exhalan olor a cadáver

y me hacen creer que vivo al interior de una cloaca

donde brotan rosas y tulipanes como enredaderas

en la que el silencio no existe a menos que sea ruido

Soy estruendo en una estancia donde el grito es lo único

posible

para romper con la mirada fija la misma cavilación

y la palabra que como una ola vuelve

a la orilla del tiempo


Bogotá, 21 de agosto de 2020

Los cuervos son signo de que tengo agujeros en el pecho y que un ave de carroña

está detrás de mí imagino un corte hondo en mis muñecas mi ahorcamiento de un árbol caído de-raíces profundas pensé en consumir un líquido morado que me hiciera olvidar de este plano flores amarillas nacen de las paredes debajo de los puentes y las avenidas existe todo un universo amarillo detrás de los muros de este monstruo de aliento de humo hay alimañas que se siguen reproduciendo como profecía de que siempre seremos unos caníbales-grito que se han perdido en sus alucinaciones somos piedras en las vísceras y afuera un desorden de objetos no nos permite comprender lo que somos

mientras el amarillo se expande

al otro lado los objetos han desaparecido

dejando en su lugar

vacío


Bogotá, 20 de agosto de 2020

El fanático el exiliado los campesinos todas las muertes me transitan en este tiempo

soy solo eso afuera el mundo se ha hecho rojo es una mosca monstruosa vuela sobre mi cuerpo de cemento una palpitación se oye en la piel de la ciudad que se une a la mía del abismo-estómago de las calles sale un grito torturador en un árbol brotan nidos muertos que se precipitan a un espacio vacío ningún habitante del mundo podrá decir que no ha padecido locura en medio de una tierra infestado de insectos


en el silencio-nada un copetón se balancea en una rama de metal que tiene por hojas almanaques de Bristol derretidos por el sol y desvanecidos por la lluvia


existe una nada que consume lo que va tocando


una nada


Bogotá, 25 de agosto de 2020


De los ladrillos y el polvo salen luciérnagas alumbran la noche el espacio es un fragmento el calor en el pecho hace que el grito que atraviesa el mundo se vuelva en mí llanto y una puesta de sol me haga crecer una sonrisa interna


Solo las cucarachas permanecerán entre ruinas de cuerpos apilados para el llanto


los olvidados exiliados y el caos cotidiano esconden su rostro de

incertidumbre de no saber qué hacer con tanta vida que gime hacia adentro

una polilla fosforescente un grillo plateado un pájaro vestido de sangre hacen

que escuche el palpito del universo existe fragmentación en el pensamiento

nos hace ir desapareciendo

mientras una

mos

ca

es lo último

que ocupa

el

es

pa

cio


Selección de poemas de la obra “Después de la nada”

V

La evocación fue silencio extendido sobre lo palpable


En esa noche de las noches los humanos olvidaron aquello que ensombrecía o embellecía su tiempo. Nada pesaba en el subconsciente, todo había sido vaciado. Respirando sin evocar sus nombres y las ruinas que circundaron sus días, contemplaron el mundo sin que la memoria trajera las palabras a la costa.

El firmamento se volvió silencio y de las paredes de la vida las imágenes desvanecidas eran lo único que escurría.

En la eternidad los últimos vestigios de la memoria agonizaban.

La evocación del hombre y la mujer se perdió en el tiempo que sucumbía en el olvido de lo que una vez fue.

X

El campo, un ahogo de tribulación


Y hubo agitación de ramas y desprendimiento de raíces de lo perceptible. Ramaje de tinieblas se dispersó silenciando cualquier movilidad. No hubo ninguna voz. De las ramas de los árboles caían algunas aves como frutos podridos. Sus cantos, no eran canto sino grito.

Los pájaros quebrados intentaban huir a ese estado de ojos cerrados o a la agonía que se desmoronaba sobre el mundo como una letanía de sombra.

La oscuridad fue para la existencia una epidemia de gritos.



XVII


Cuervos, picoteo sobre la carne


Entre los humanos una leve sonrisa fue pronunciada al igual que una epifanía. Los mortales desplomándose sobre otros como pájaros negros. Nadie oyó el dolor que recorría las estancias. Huyendo a la mirada del otro que agonizaba bajo sus pies, el suelo era una mezcla de sangre, gritos y un puerto olvidado. Precipicio de despojos gimieron el abandono de los que pasaban sobre sus restos.

Los agonizantes pisoteando los cadáveres, no escuchaban lo que bajo ellos yacía, murmuraciones de que se salvarán. El gorjeo sangriento de las aves trajo una premonición de la eterna noche: llovería el silencio de los muertos.

Caería lento sobre sus hombros el presagio de las infinitas noches.

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