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  • Viaje inconcluso

Verónica Zondek: "Ya no se siembra al ritmo de la luna"

Actualizado: 1 sept 2021

(Fotografía de Carlos Valverde)


Verónica Zondek D. (Santiago de Chile, 1953). Poeta, traductora y gestora cultural.

Sus últimos libros de poesía publicados son La ciudad que habito (reedición Editorial Aparte 2019), Ojo de Agua (antología, Lumen, 2019), Entrecielo y Entrelínea (reedición, Aparte, 2019), Una Pequeña historia (Cuadro de Tiza, 2018), Fuego Frío (LOM, 2016), Sedimentos (reunión de El hueso de la memoria y Vagido, Amargord, 2015), Nomeolvides: Flores para nombrar la ignominia (LOM, 2014), Por gracia de hombre (LOM, 2008), Instalaciones de la memoria (Alquimia, 2013). Ha traducido y publicado libros de los poetas Walkott, Jordan, Sexton, Carson, Dickinson, Gertrude Stein y Benn. Obtuvo medalla Colibrí 2021, categoría traducción, entregada por Ibby Chile a El mundo es redondo de Gertrude Stein.

En colaboración con Silvia Guerra publicó la correspondencia de Mistral con los uruguayos El ojo atravesado y El ojo atravesado II (LOM, 2005 y 2007). También editó, comentó y ordenó la obra poética de G. Mistral en Mi culpa fue la palabra (LOM, 2016) y co-editó con María Teresa Adriasola el objeto antología Cartas al Azar (Ergo Sum, 1989).

Colabora y realiza obras junto a artistas del área de la música, la fotografía, el teatro, el cine, el canto y la danza.

El siguiente es un texto inédito.



¿Qué nombre vestirá al engendro que seremos?


(Escrito para el 5° Encuentro mundial de viajeros en el tiempo, Puerto Montt, 2021)


  1. Leo/escribo/entro al agua. Leo/chispeo/merodeo senderos de ocio. Paso/pierdo/mato el rato. Consiento la vida que desenrolla la madeja. Resisto. Pendo de aventuras y escenarios desconocidos. Arribo al País de Jauja. Ya no sé dónde resido. Soy aquella murciélaga que cuelga de la rama. Percepción e inteligencia despierta. En esta gracia me aferro con uñas y dientes a la succión del vértigo. No tengo destino conocido, salvo el último portón. Leo, sin chistar ni preguntar, un libro que me arroja al envés del río que he de cruzar.

  2. Hola, estoy aún en Jauja. Aquí olvido las leyes/los deberes. Aquí accedo a otra dimensión. Aquí entierro bajo la manta a la maldita y productiva planificación.

  3. Hola, aquí nadie me tiene en su mira. Vivo en este algo en vilo que me alumbra un largor del tiempo. Nadie me lo puede quitar. Es y no es el ‘había una vez’, el ‘por siempre jamás’, el ‘hace mucho, mucho tiempo’, el ‘me quedo para siempre’. En estos lugares imaginarios de tiempo detenido, me dejo salpicar por las olas que revientan por doquier. Observo cómo se abren los horizontes uno tras otro. Cómo me vuelcan a un desasosiego lento y placentero del que me cuesta salir para atender, por ejemplo, el retintín de un teléfono. Es ese el espacio-tiempo que dirige mis pies a trazar y caminar mapas/a sentir el temblor de las alas invisibles/a escuchar los pálpitos del aquí/ del ahora/ del más allá. Esa magia. Esa magia es la que me obliga a rechazar la factoría de la realidad predecible.

  4. ¿Alguien sabe si le faltan o sobran minutos? Pienso. Sí, pienso: la materia tangible o intangible es la que hornea el paso de los minutos. Sin cuerpos de pelaje imaginario o concreto cociéndose a fuego lento/sin partidas ni llegadas/sin devenires veo como revienta la burbuja del tiempo. El tic-tac de lo vivo ocurre cuando dos células se unen y se multiplican. Cuando inician el tránsito entre ambientes/en el misterioso subir y bajar del tren del afán hasta que por una u otra causa paf se detiene el latido y el líquido espeso del silencio inunda la mirada. La imagen del uroboro nos puede servir para ilustrar ese devenir, salvo que, en algún lugar de ese círculo que lo significa, el tiempo rompe la inercia y galopa hacia alguna zona de atracción que no conoce. Vivos/estar vivos es percibir que una experiencia nos perturba/nos hace dar otra vuelta de tuerca/nos expande/nos lanza hacia las negruras henchidas de sorpresas.

  5. Hagamos un poco de historia. Los primeros humanos marcaron el tiempo a través de los ciclos naturales: el día/la noche/las estaciones del año. De ahí en adelante, los sistemas de medición fragmentaron al tiempo en unidades cada vez más pequeñas. Nada impide que cerremos los ojos y olvidemos esas mediciones. Nada que viajemos con el ímpetu de la imaginación. Nada, que estemos como en el poema de Nicanor Parra, en Stgo. y Puerto Montt a la vez. Sin embargo, la caminata que barajó los milenios, nos clavó en el cerebelo el amor por el control/ el poder/ la eficiencia. En consecuencia, nos inventamos aparatos para medir el tiempo: el reloj de arena/ el péndulo que pena/ el reloj mecánico/ el reloj digital/ el nuclear. Tiempos fraccionados todos. Tiempos desnutridos/sin flujo. Tiempos de cuenteo. Ilusión de dominio. Autocracia sobre los cuerpos desnudos de la manada.

  6. Rebobinemos. El s. XIX inventó la máquina a vapor. El s. XX nos hizo funcionar como máquinas. El tiempo es oro nos dijeron, aprovechen cada minuto. Los futuristas plasmaron en cuadros y poemas su amor por la velocidad y la máquina en medio de un optimismo que hoy nos parece ignorante y suicida. ¿Logrará ese amor del s. XX por la eficacia/ la perfección/la celeridad, hacer que los habitantes del XXI seamos, gracias a chips y otros adminículos, unas máquinas invencibles, separadas sin remedio del mundo animal/vegetal/mineral? ¿Serán los algoritmos los que controlen la muerte/ las discapacidades/ la reproducción/ las enfermedades/ las diferencias/ la búsqueda del amor/ la idea de lo bello? ¿Nos dirán quiénes somos/ con quién debemos amistarnos? ¿Será que así nos extraerán del vaivén vital para hacer de nosotros humanoides foráneos al tiempo? ¿a la vida? ¿Resultará esta vez?

  7. Proyección: percibo en el hoy una falta de tiempo para darse tiempo. El tiempo es un bien escaso. Lo escaso suele convertirse en moneda de cambio. 10 segundos por un kilo de pan/ 1 minuto por un corte de pelo. ½ hora por un libro/ por una ducha/ por una conversación. En eso estaremos. En una realidad sin deseo ni necesidad. Nuestras miserias todas satisfechas. Máquinas impecables/ felices/ inconscientes. Máquinas funcionales al cerebro central ubicado en algún lugar del ciberespacio o de la tierra. Andurriales del no-tiempo/funciones perfectas en cuerpos absolutos/ no vidas porque no muertes. ¿Qué nombre vestirá al engendro que seremos?

  8. Vuelvo atrás a la infra historia porque no quiero olvidar que el tiempo que se inicia en el vientre de mi madre termina en muerte y extravío. Debo practicar y ejercitar la memoria. Soy mujer que palpa/que ve. Están los que dicen que entramos y salimos de los tiempos mundanos en un infinito ir y venir del cuerpo que le entrega al espíritu la posibilidad de perfeccionarse. Están los que predican que, en tiempos de algoritmos, seremos insuperables. Morirá el deseo/el tiempo para experienciar/aprender/investigar. Yo/tú: una flor que nacerá terminada/un producto numerado de fábrica. Una muerte latiente y apaciguada. Ya no contagio/dolor/muerte. Ya no hambre/ni intuición/ni emoción. Más esto no me cuaja. Es que aún atesoro entre vientos y mareas a las nostalgias que se me graban en el costado expuesto. A los tiempos en que lo nuestro era amar/deambular/perseguir la curiosidad. The Doors ya lo dijo: “this is the end, my only friend”. FIN. No más humanos frágiles, sino algoritmos infiltrados en chips que cimientan existencias que apenas rozan por fuera a las leyes de lo natural. Fin del tiempo y su gravamen. Jauja desde la cual no hay retorno, salvo, que el prurito del más y mejor pierda y golpee su cabeza perfecta contra una pared.

  9. Digo que lo que digo es hipotético, pero también probable. Es por eso que se me hace urgente volver al tiempo que transcurre entre la vida y la muerte de un cuerpo. A ese tiempo finito que nos hermana con el mundo. A ese tiempo que no es ley del mercado. Debo detener el fervor fosforescente del convoy que avanza imparable hacia el vacío del éxito. Un afán lleva a otro, digo, y luego y en sueño: no, no entremos al jardín de Tántalo/ no clavemos los ojos en su mueca y dolor.

  10. El rendimiento eficiente devoró a los rituales. Ya no se siembra al ritmo de la luna. Todos los días son buenos para comprar/pagar/trabajar. Para ir y volver/ para comer tomates y sandías/ para viajar sin otro fin que volver con fotografías. La eficiencia está instalada y satisface el engorde de unos pocos. Es urgente reavivar la noción del otro u otra/ del afuera. Necesito despertar mi capacidad de saudade/ de mirar por la ventana/ de caminar por la playa/ por un sendero verde y sonoro/ por una ladera. Necesito poder soñar despierta mientras cuido a la guagua del vecino. Necesito ese aire para suplir el ahogo/ para tejer lazos/ para fundar sentido/ para dejar volar la emoción. Es ahí donde habito los tiempos que construyen mundos/ ahí donde no caigo en al vacío del absurdo.

  11. Debo seguir siendo una viajera del tiempo y tomar apuntes en los entrecielos para detenerme queda y buscar los equilibrios sobre las entrelíneas. Me aburre habitar las burbujas sistémicas que me escinden de lo ajeno y las extrañezas. Amo el silencio. Amo el ruido de la vida. Amo los cuerpos tibios y amorosos que me seducen/ que me anudan. Leo/escribo/entro al agua e imagino. Ahí están los espacios que me alargan la cuerda floja enhebrada a la aguja con la cual urdo el fértil de lo oscuro.

  12. Narro. Me alejo de ese latente funcional. De esos posibles cuerpos deslavados, porque como ven no son mis aliados.



Valdivia, mayo-agosto 2021



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