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  • Ricardo Herrera Alarcón

Cuatro preguntas para Cristian Rodríguez

Por Ricardo Herrera Alarcón

Cristian Rodríguez Büchner (Valdivia, 1985). Poeta y narrador. Profesor de Lenguaje y magíster en Literatura Hispanoamericana. Editor y columnista de revistaelipsis.cl. Ha publicado Lluvia de Barro (cuentos, 2012), Caligrafía del Insomnio (poesía, 2017) y 19 poemas (2020).

En la siguiente entrevista el autor reflexiona sobre qué es y no es la poesía, la etnoliteratura, la vigencia del compromiso entre el autor y su contexto social e íntimo y los futuros soportes digitales. Tanto su poesía como las opiniones aquí vertidas, dan cuenta de su singular manera de acercarse a la literatura, lo que hace de Cristian Rodríguez un escritor fundamental en el actual panorama poético de La Frontera.



1. En un poema de su libro A orillas del canal, Álvaro Ruiz señala: “La poesía no es la luna / ni la voz / ni el sonido / ni el canto del hombre fragmentado / ni una loca solitaria que escarba la tierra bajo la luz diluida / que traspasa el follaje incólume de los bosques en trastorno”. ¿Qué no es la poesía, hoy en día, para ti?


Si no me equivoco, esos versos de Álvaro Ruiz apuntan al romanticismo y sus derivados. Me gusta su poesía, pero no tengo problemas con los símbolos que menciona. Creo que los textos te van pidiendo amor, violencia o idealización según el momento. La desmitificación es valiosa, aunque también puede resultar agotadora o transformarse en un ritual.

Mis enemistades, por otro lado, las tengo más claras. Allí se encuentran el poema inerte, el poema obvio, el poema débil, y sobre todo el poema alineado con la hegemonía cultural (o contracultural) del momento. No es que yo no crea en los consensos, pero si vas a escribir sólo de lo defendible (por muy justo que sea) hay otros géneros, otras instancias. La poesía es para otra cosa.

2. En su momento la poesía etnocultural y la etnoliteratura se plantearon como un fenómeno nuevo y revolucionario en la literatura chilena, a partir fundamentalmente de los estudios de Iván Carrasco. ¿En qué estado crees tú que se encuentran? ¿Mantienen su carácter trasgresor?


La etiqueta de poesía mapuche fue necesaria en su momento. Y todavía te abre puertas. Aunque ahora está tan institucionalizada, tan oficializada, que me cuesta imaginar hacia dónde más podría crecer. Por otro lado, los autores mapuches, o aquellos que yo conozco, parten desde un lugar específico para hacer literatura a secas. No lo digo yo: es una impresión que recojo de ellos. Su relación con el concepto es más difícil de lo que parece. El carácter "transgresor" que podrían tener estará dado por profundizar, o no, en esas diferencias.


3. El poeta revolucionario de los años 60, al estilo de Javier Heraud, Roque Dalton, Leonel Rugama, entre muchos otros, muertos según Bolaño por un ideal de mierda, parece desaparecido. Qué sería hoy en día un poeta comprometido con las causas sociales o adalid de una ética poética y política de cambio, en qué territorio se movería, hasta dónde alcanzaría su radio de acción.

Antes de hablar del compromiso (y dejando de lado a esa figura cristológica del guerrillero) uno tendría que preguntarse por el lugar que ocupa el escritor en la cosa social y si ese lugar todavía existe. Sobre ese punto, creo que las figuras del escritor comprometido, y del intelectual público, han sido reemplazadas por las del politólogo y el “activista” entendidos como meros simpatizantes o portavoces identitarios (marginal, mujer, provinciano, etc.) Es un fenómeno universal, nadie está libre de su influjo. Yo mismo, a veces, termino enarbolando una postura medio regionalista sin darme cuenta.

Otra respuesta es que la obligación del compromiso ya se desbordó hacia todos los gestos y palabras que usamos. Y en cierta forma, ahora todos estamos comprometidos, sin escapatoria. Eso te puede ampliar o cerrar el repertorio dependiendo de cómo se mire. Parra y Lihn fueron maestros en aprovechar esa ampliación de lo político, integrándolo en un universo propio y libertario. Aunque esa libertad, a los jóvenes, les costaría mucho más cara. Hoy, varios de sus poemas te llevarían a la invisibilización o derechamente a la muerte social (piensa, por ejemplo, en Seis Soledades o en ciertos artefactos de Parra). Ya no es posible mostrar resquemores sobre temas morales o políticos ante los cuales, hasta hace muy poco, uno podía decir prácticamente cualquier cosa. Revertir esa situación, o ampliar las posibilidades de lo escribible, podrían ser parte de ese rango de acción que tú mencionas.

Y bueno, tampoco debemos olvidar que muchos autores de tu biblioteca, y de la mía, fueron más bien artesanos: gente muy poco política (en el sentido de tu pregunta) o con un interés muy práctico, o acotado, en lo colectivo. No tengo nada en contra de ellos. Muchas de esas “posturas de cambio” a las que aludes surgieron desde una relación abierta, personal o inespecífica con la literatura.

4. En su libro El juego de los abalorios, Hesse plantea una sociedad llamada Castalia, dedicada a preservar la alta cultura como un bien superior. En Las leyes de la herencia, Leonardo Videla imagina a unos poetas-funcionarios “en compañía de menores fanatizados por sus aspiraciones literarias” que son mandatados a cumplir las políticas de un Plan nacional de lectura titulado “Un escritor en tu hogar”, en el que visitan las casas de personas obligadas a escuchar tediosas sesiones de lectura, bajo la pena de suspender sus beneficios sociales si se niegan a abrir sus puertas. Entre estas dos posibles realidades, ¿qué lugar hipotético ocupará la poesía en un mundo futuro, virtual, digital? ¿Libertad, sometimiento, condena?

Creo que allí hay dos temas: la obligación de leer (vinculada, me parece, a la idea del canon) y el soporte de los libros. Aunque en algún punto, ambos se tocan.

No voy a entrar en la discusión sobre el canon: es un tema larguísimo. Los soportes digitales, por otro lado, vienen a acelerar el quiebre con las tradiciones (no sólo literarias), eliminando cualquier horizonte de obligatoriedad o de una lista de lecturas (excepto por algunos fetiches de los estudios culturales que sólo importan dentro de esos círculos). Uno también podría mirar lo que sucedió con otras artes que ahora existen fundamentalmente online, como el cine o la música. Es muy poco probable que la literatura siga un desarrollo idéntico. Se organizan de formas muy distintas. Y de hecho, es fundamental que siga siendo así. Lo peor que le podría pasar a la literatura, en un futuro digital, sería emular a otras plataformas y dejarse llevar por las mismas sensibilidades y reglas predominantes de internet. Esa sería su asimilación definitiva. (Y si no me crees, mira lo que le pasó al cine tras adoptar todas las pautas morales y creativas del streaming).

 

Enlace al libro 19 poemas, de Cristian Rodríguez:






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