Por Claudia Jara Bruzzone
Estoy en mi barrio.
No puedo elegir irme.
Pero sí puedo elegir dónde ir aquí.
Cristóbal Gaete
No conozco el Valparaíso que pintó el turismo, al puerto lo he visitado solo dos veces, de la primera vez tengo nubosos recuerdos de un vodka en alguna escalera, una junta en una okupa en algún cerro cerca de un estero y packs de pilsen en la playa viendo los lobos. La segunda fue más poética y breve, lo preciso para conservar un recuerdo y hacer de ese momento un hilo de memoria. Fue en esa visita cuando conocí a Cristóbal Gaete, a la persona, porque al escritor ya lo conocía de la forma en que como lectores creemos conocer a quienes leemos.
Unos cuantos años antes que asolara la pandemia, había leído Valpore (Garceta, 2015) y Crítico (Garceta, 2016), los pocos ejemplares que llegaron a Temuco circulaban de mano en mano y no se prestaban a cualquiera; por ese entonces el acceso a los libros dependía de su llegada a las librerías y de la velocidad de tu mano para alcanzar algo fresco y original, por lo que cuando obtenías una joya de esas, el miedo al robo o la pérdida se cruzaba con la desconfianza: el terror de prestar el libro y que no vuelva.
De mi segundo viaje a Valparaíso obtuve, además de las siempre alucinantes experiencias que brinda el puerto, un ejemplar de Motel ciudad negra (Hebra, 2014), lo que me permitió formar parte de ese “grupo de privilegiados” que contaba con una obra del escritor de Valparaíso. Quizás para ustedes, lectores de otras latitudes y/o formados como lectores en la era de los portales digitales de venta de libros, mi anécdota pueda resultarles una exageración, los tiempos han cambiado y como lectores sureños ya no sufrimos el acceso precario a la que nos sometió durante tanto tiempo la extensa y aislada geografía de Chile.
Por eso, como lectora nostálgica, recibí con alegría la noticia de la publicación de Apuntes al margen (Emecé, 2021), que reúne gran parte de obra de Cristóbal Gaete, permitiéndonos tomar cierta distancia temporal y releer, ahora casi como un todo, el proyecto escritural de Gaete. Cinco obras integran la muestra: Hotel Prat, Valpore, Barrio, Paltarrealismo y Motel ciudad negra.
Hotel Prat, texto inédito con el que parte la obra, bien podría ser leído a partir de un método multidimensional, pues la escritura de Gaete lo propone tácitamente: no hay estructura ni estilo fijo. Parecieran, en este texto, superponerse las dimensiones de lo real y la ficción, pero además se agrega la dimensión temporal; encontrando cruces, en ocasiones complejos de seguir, donde las descripciones del espacio físico y del mismo oficio de la escritura, parecieran encontrarse con los personajes que aparecen y desaparecen como fantasmas. El mismo Hotel Prat pareciera ser un espectro, donde presente y pasado se encuentran en el relato topográfico del escritor, experiencia que a la vez se cruza con la voz en off de escritores como Joaquín Edwards Bello, Augusto d’Halmar o Manuel Rojas.
Otro texto inédito del conjunto es Barrio, donde Gaete despliega en su esplendor el relato topográfico, el escritor en movimiento recorriendo la cartografía barrial de su memoria: “soy el escritor de las calles, el que respeta y mira los restos del Imperio, tirados en Pedro Montt, en una liquidación constante, manufacturados por un chino pobre que jamás conoceremos pero que es nuestro inverso karmático”. Este fragmento permite graficar uno de los singulares recursos utilizados en esta obra y que confirma una de las características del estilo de Gaete, no sigue las normas y no las seguirá en estructura, ni respetará nociones aprehendidas como la del narrador ficticio, más bien elegirá posicionarse conscientemente en el relato como uno más, no sin antes advertirnos: “Este no es un mapa justo, ni lo será; si bien he extendido mi ciudad sentimental, he callado lugares que me dejan frío o me atraviesan el corazón”.
Valpore, Paltarrealismo y Motel ciudad negra fueron publicados previamente por las editoriales Garceta, Cinosargo y Hebra, respectivamente. Cada uno de estos libros tiene sus seguidores acérrimos; sin exagerar, Valpore es ya un libro de culto, una especie de distopía gore y laberíntica que atrapa desde la primera lectura. Paltarrealismo por su parte, cruza parodia y realidad para exponer la situación de un pueblo que gira en torno a la extracción de la palta. En Motel ciudad negra se nos presenta nuevamente el espacio como protagonista, en sus dimensiones física, social y psicológica, donde los personajes y sus acciones se presentan en el relato como en una especie de caja china o muñeca rusa, una dentro de otra. Para mayores referencias, les aconsejo bucear en la red, pues es difícil decir algo nuevo sobre estos títulos que han sido ya abordados con maestría en otras reseñas.
En un sentido amplio, creo destacable cómo Cristóbal Gaete convierte el espacio físico tanto en temática como en técnica. Es innegable que Valparaíso, con sus barrios y edificios, es un tema constante en su obra, pero, a estas alturas, me atrevo a elucubrar que la ciudad moldea, de cierta forma, la estructura de su relato. Como forastera, cuando visité el puerto sentía que cada escalera formaba parte de un complejo laberinto que solo podría entender si vivía ahí. Como lectora experimento algo similar cuando leo a Gaete: su escritura presenta la posibilidad de perdernos en esos laberintos —llámense barrio, galerías o habitaciones— si no somos capaces de habitarlos.
Pero para habitar esa dimensión lectora, el escritor debe cimentar el camino y Gaete lo hace a través de los llamados purple patch pasajes con una profunda carga descriptiva del paisaje y gran sentido poético en las palabras, muy propios de la novela tradicional y ya escasos en las narrativas ficcionales del yo, al utilizar este recurso Gaete logra lo que Cesar Aira extraña en su ensayo Evasión (2017): conducir a los personajes y al argumento, dotar el relato de un ambiente que nos permita a los lectores habitar ese espacio, un espacio que pareciera ser también un personaje más. Estos pasajes descriptivos provocan además la sensación de ir acompañando el movimiento de los personajes, habitar entonces el relato se vuelve posible, toda vez que pareciéramos seguir al narrador en su periplo como un travelling en el cine.
Todo lo anterior posiciona a Cristóbal Gaete y su nueva obra Apuntes al margen como un aporte significativo al mapa literario nacional y, sin duda, que una editorial como Emecé (grupo Planeta) decida apostar por la publicación de este, debe verse como el reconocimiento a su trayectoria, un proyecto que, como ya se ha dicho, se instala desde lo regional o provincial, pero sobre todo desde esos márgenes periféricos muchas veces invisibilizados.
No puedo sino alegrarme por esos nuevos lectores que podrán volver a leer gran parte de su obra reunida ahora en un solo ejemplar, circulando a lo largo de todo Chile, en distintas librerías que ubicarán ese libro en algún escaparate, permitiendo acercar el Valparaíso que pinta Gaete, ese puerto que no es el que pintó el turismo.
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