Por Claudia Jara Bruzzone
En 1963 se publicaba por primera vez La campana de cristal, obra escrita por Silvia Plath y por medio de la cual su autora, a través de su alter ego, la joven Esther Greenwood, expresó sentir que habitaba dentro de una especie de cúpula de cristal, cuyo aire encapsulado y viciado la asfixiaba, junto con ello manifiesta su deseo de escapar; sin embargo, la campana de cristal se lo impide, está atrapada.
Más de cincuenta años después de la aparición de la icónica y única novela de Plath, Garceta Ediciones publica, el 2020, un conjunto de relatos, cuyo nudo crítico se articula en torno a la violencia de género, titulado No te pertenece. Cuentos contra la violencia de género. El solo nombre del conjunto anticipa desde ya la temática.
En No te pertenece se enuncia un apretado y silenciado grito, dirigido a una segunda persona oculta pero innegable, un otro a quien se le niega la posibilidad de poseer el dominio sobre otra persona al elevar la frase que se erige como un mantra, página tras página: “No te pertenece”, capítulo tras capítulo, “No te pertenece”, repite, y en la reiteración de este rezo pareciera vislumbrarse un pequeño surco en el cristal de la campana que continúa asfixiando a esta lectora.
A cargo de horadar las paredes del cristal estarán ocho escritoras: Carolina Melys, Bernardita Bravo, Paulina Correa, Alejandra Costamagna, Carmen García, Nina Avellaneda, Yeny Díaz Wentén y Antonia Torres, las que a través de ocho contundentes relatos nos enfrentan a esta pugna contra la violencia de género.
El mecanismo escogido para estar en contra será visibilizar, desde variadas perspectivas, las desigualdades a las que toda mujer esta expuesta bajo el sistema de dominación masculino, es decir, dentro del patriarcado o, como metafóricamente Sylvia Plath lo llamó, “la campana de cristal”.
Las protagonistas de los ocho relatos tienen esto en común, han sido violentadas, simbólica o físicamente. Las injusticias van desde la apropiación intelectual y escasa valoración del aporte de la mujer en la cultura y el arte, abordado en “Breve enciclopedia del malestar” deCarolina Melys, que a través de pequeños fragmentos titulados Peste, Dolor, Hipoacusia, Mutismo y Vértigo, abren la lectura y nos permiten adentrarnos a esta atmósfera que recorrerá todos los relatos.
El abandono, la desprotección social y la violencia obstétrica, son temáticas que atravesarán a “Puja”, relato de Bernardita Bravo que secunda la obra. Aquí una narradora protagonista nos introduce a un mundo de vulneraciones y abandono social, relatando en primera persona las crudezas de su propia existencia.
El abuso sexual, una problemática que evidencia, de la forma más brutal, el deseo de dominio será el tópico de “Horas extras” (Paulina Correa), “Paisaje recobrado” (Nina Avellaneda) y “La virgen del vellón de oro” (Yeny Díaz Wentén), relatos que desde distintas perspectivas temporales, sociales y económicas exponen el silencio solapado y cómplice con que nuestra sociedad oculta este flagelo.
La necesidad de visibilizar diversas realidades nos llevará también a un recorrido por un sur profundo de intrincados paisajes y feroz clima. En “Ana”, cuento escrito por Carmen García, se expone de forma gráfica la postergación personal en favor de los cuidados del otro. “Eso que llaman amor es trabajo no pago”, dijo la filósofa y escritora feminista Silvia Federici. La protagonista de este relato lo sabe y lo vive, ha cedido completamente sus deseos a la voluntad de otro, se ha negado a sí misma y toda esta acción ocurre en un pueblo indefinido que por la lluvia y el paisaje y por afiliación personal de esta lectora podría ser Chiloé o la Patagonia.
Quizás resulte más complejo encasillar un relato como “Piano”, de Alejandra Costamagna, toda vez que, a lo largo de este conjunto de textos, pareciera que las relaciones de dominación se presentan ejercidas por el hombre, a partir de lo cual surge la siguiente interrogante:¿el ejercicio del poder en el sistema patriarcal es desplegado exclusivamente por los hombres? En este relato, los roles de género de cuelan más allá del sexo biológico, se nos presenta una relación afectiva entre dos mujeres donde el binomio dominante-dominado se mantiene estático, una mímesis del amor heteronormado y patriarcal que al final del relato nos recuerda la frase de Audre Lorde: “No podemos destruir la casa del amo con las herramientas del amo”.
En definitiva, en No te pertenece encontramos una obra compuesta por textos dotados de una multiplicidad de voces que exponen la crudeza de la violencia de género en sus distintos grados, pero que no se conforman únicamente con la denuncia, sino que sus autoras demuestran un estilo narrativo que en ocasiones recuerdan a la teoría del iceberg propuesta por Hemingway o lo sostenido por Piglia: todo cuento siempre cuenta dos historias. Esta característica, compartida por los ocho relatos del conjunto, provoca la necesidad en las y los lectores de aclarar las oscuridades y amarguras que padecen las protagonistas, en otras palabras, de completar el relato.
Quisiera creer, al finalizar la lectura, que los surcos sobre el cristal de la campana han logrado perforar su superficie y que Esther Greenwood ya no siente su pesadumbre y asfixia. Sin embargo, las voces de las ocho protagonistas me confrontan irónicamente con la realidad, vuelvo entonces a repetir el leitmotiv como una forma de autoconvencerme y elevar mi propio grito: No te pertenece.
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