Por Ernesto Guajardo
El libro Constelación litoral, de Pablo Salinas (Puerto Varas, Ediciones de Los Diez, 2023, 103 p.), nos lleva una vez más a la reflexión respecto de las relaciones que se pueden establecer entre literatura y territorio (en cursivas, por la aprensión que nos genera su indiscriminado uso reciente). Esas relaciones, por cierto, expresan una preocupación casi atávica en la historia de la literatura chilena. (Eduardo Santa Cruz hacía notar, no sin cierta alegre ironía, la paradoja que subyace en la fórmula «¿Qué hay de nuevo, viejo?»).
Sin embargo, Salinas aporta muchas novedades con su obra. La primera de ellas es constatar que la geografía referenciada, el litoral central de Chile, es un territorio referido, poetizado, narrado, pero no documentado, historizado, ensayado o, al menos, no en demasía. Desde la perspectiva de la crónica, que es desde donde Salinas nos comunica sus apreciaciones, hallazgos y reflexiones sobre esta geografía, se nos viene, a un primer golpe de memoria, Desde la orilla (crónicas del litoral central), de Jaime Gómez Rogers, Jonás.
Quizás debido a ello el autor evidencia un marcado énfasis en construir textos que den cuenta de una ardua investigación en torno a los personajes que nos presentará; una investigación de campo, acuciosa, unida a una investigación documental y de archivo, en extremo rigurosa. De esta manera, Constelación litoral nos entrega todas las certezas que le fue posible verificar a Salinas, algo que, sin duda, permitirá de aquí en adelante contar con una utilísima obra de referencia.
Si bien formalmente el litoral central define la zona costera de la Región de Valparaíso, su uso cotidiano y aceptado corresponde al borde costero que se encuentra en la Provincia de San Antonio y esa comprensión es la que comparte Salinas: «un segmento de la costa de Chile central –no más de 30 kilómetros de extensión lineal–». Sobre esta geografía el autor presenta su hipótesis, categórica, audaz, provocadora y, por cierto, debatible: «se trata del territorio más potentemente ligado al arte y la cultura de todo Chile, incluso de toda Latinoamérica».
La primera interrogante que nos sugiere esta lectura es ¿lo geográfico es un determinante o un accidente? El litoral central, comprendido como se ha dicho un poco más arriba, es una zona intermedia entre dos grandes ciudades: Santiago y Valparaíso. En ese sentido, zona de tránsito, de recreación y de turismo. Pero, ¿es zona de permanencia? Esto dice relación a las maneras de definir la pertenencia de creadores e intelectuales a una determinada zona geográfica. Esto también emerge de la lectura de la Historia de la literatura de Valparaíso, de Claudio Solar, o del más reciente El monte, un valle, su río: literatura en el Aconcagua. Provincias de San Felipe y Los Andes. Siglos XX y XXI, de Felipe Moncada Mijic. En ambos casos es posible advertir elementos que se intersectan con el libro de Salinas: ¿se debería distinguir entre creadores residentes (y, en ellos, permanentes y ocasionales o episódicos) y creadores transitorios o en desplazamiento? ¿Quiénes deben ser considerados en un registro de este tipo?
Junto con lo anterior, ¿existe una relación entre las obras de estos creadores, residentes o visitantes, y la geografía en cuestión?, ¿una suerte de retribución creativa?, como aquellas que dan origen a libros como Melipilla en la literatura chilena, de Gustavo San Martín Ravanal y Enrique Volpe.
La profunda voluntad investigativa de Salinas permite también regresar de manera crítica sobre la propuesta conceptual de considerar al litoral central como el Litoral de los Poetas. Jonás, en su libro ya citado, se preguntaba por qué no también podría ser el litoral de los buzos o el litoral de los pescadores. Y Roberto Bescós, desde San Antonio, nos ofrecerá su plaquette titulada El litoral de los perros. En este contexto, Constelación litoral permite examinar la mitificación que se ha hecho de esta geografía, desde una perspectiva que busca mayor y mejor fundamentación de una nominación que, hasta hoy, solo ha pendulado entre la posibilidad comercial o un culturalismo legendario.
Salinas, muy por el contrario, nos entrega una serie de dieciocho viñetas biográficas, que conjugan conocidísimas figuras junto a otras escasamente difundidas: Rodolfo Philippi, Aureliano Oyarzún, Juan Francisco González, Alberto Valenzuela Llanos, Manuel Magallanes Moure, Pedro Subercaseaux, Alfonso Leng, Enrique Soro, Pedro Prado, Tótila Albert, Vicente Huidobro, Manuel Rojas, Camilo Mori, Pablo Neruda, René Ríos Boettiger, Nicanor Parra, María Elena Gertner y Adolfo Couve. Esta selección constituye la primera aproximación de este autor a esta constelación litoral.
Esta perspectiva se estructura a partir de lo litoraleño como concepto, pero también como propuesta programática que, a partir del hallazgo y su difusión, busca la puesta en valor y salvaguardia del patrimonio cultural de la zona. Así ocurre, por ejemplo, con las sugerencias respecto de la obra de Tótila Albert, o las posibilidades de recuperar textos extraviados como “Excursión a Algarrobo”, de Rodolfo Philippi, escrito en alemán en 1887, actualmente inédito.
La rigurosidad y exhaustividad que caracterizan esta obra nos permiten asegurar que es una inestimable contribución al conocimiento de un patrimonio cultural no siempre apreciado en el litoral central. El lector se sorprenderá, como nosotros lo hicimos, con los datos e información que ha encontrado Salinas. De hecho, uno esperaría que, en más de un caso, como en el de Camilo Mori, se pudiera profundizar aún más la semblanza realizada; también se podrían recuperar algunas anécdotas interesantes, como el frustrado ataque encabezado por Vicente Huidobro y sus seguidores hacia la casa de Pablo Neruda, que terminó en una alegre ingesta de cervezas, frente al mar de Cartagena.
Si algo echamos de menos en este libro es la indicación de una bibliografía general, que permitiera al lector inquieto continuar sus propias indicaciones. Y, en algunos casos puntuales, las indicaciones necesarias como para comprender del todo algunas referencias, como cuando menciona un cuento de Enrique Lafourcade sobre Huidobro, pero sin identificarlo.
En algunos de los textos presentados, el autor incluso va más allá de la crónica, aproximándose a la reflexión ensayística, como ocurre cuando Salinas escribe sobre las figuras de Neruda, Parra o Albert. De este modo, se puede apreciar, además, el ejercicio reflexivo que acompaña esta escritura: no solo se ha buscado acopiar una cantidad significativa de información, sino que también se despliega un cuerpo de ideas sobre ella, organizado en torno al concepto ya indicado de lo litoraleño.
En definitiva, si se desea conocer más en profundidad qué podría significar el concepto de litoral de los poetas, más allá de la postal, he aquí un libro que será una fuente imprescindible.
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Ernesto Guajardo Oyarzo (Santiago, 1967) es escritor y editor, con estudios en bibliotecología y documentación, así como de periodismo y comunicación social.
Ha publicado los libros de poesía «Por la patria» (1989, 1997, 2014), «Nosotros, los sobrevivientes» (1994), «Las memorias» (1996), «El primogénito» (2000), «Geometría del ciclista» (2013); «Arenas» (2014, prosa poética); el reportaje testimonial «El fulgor insomne: la vida de Marcelo Barrios» (2000); las investigaciones históricas «Manuel Rodríguez: historia y leyenda» (2010), «Valparaíso, la memoria dispersa: crónicas históricas» (2013) y «Manuel Rodríguez, el insurgente. La lucha de los patriotas en Chile (1815-1817)» (2023).
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