José Gabriel Nahuel Tripailao
Nació el 8 de enero de 1988 en Temuco.
Actualmente reside en Quellón, Chiloé, donde trabaja como profesor de castellano.
Sus siguientes poemas son inéditos.
Mantengo en mis pensamientos una constante
un revoloteo que no siempre es el mismo
hay días furiosos en que halla en la herida, una calma
otros, en el dolor, un consuelo
Mi constante quiere escapar de mí
salir de mi casa y no volver
mudarme de ciudad y de nombre
trasquilar mis cicatrices y apegos
desaparecer con la certeza de que no me extrañarán
que el recuerdo de mi existencia sea el suficiente para quienes amo
Inventarme los días que me quedan
bosquejar los amores que me hagan levantarme y caer
tomar un barco y hacerlo mío en todos sus oficios
caer en el vértigo de no saber dónde estoy
***
Me veo en aquello que ignoro
—Como la incertidumbre en plena vía
de una noche cualquiera con hambre de mundo—
entrecierro los ojos para ver alguna silueta
para encontrar un cabo y tirar de él
para hallar un punto
que luego me lleve al siguiente
de ese otro ausente.
Y mientras el tiempo
me sostiene y cobija en este ejercicio
saludo a cada ser que viene a estrecharme la mano
dispusimos de otro asiento y
me acompañan en este oscuro infinito
—escucho a alguien sorbetear—
llega a mis manos un mate
está exquisitamente amargo.
—Aquí estoy entonces
—No sabía que estabas acá
***
La gente ve a las piedras como seres inertes
No sabe la gente, no sabe
y no tiene por qué saber
que la piedra tiene un antiguo relato.
No es un relato que me regalaron mis abuelos
es un relato que podemos observar
pero tú crees que la piedra no tiene vida
entonces te rompiste los oídos antes de venir.
De su misma persona
veo esta piedra, seca y arenosa
su tránsito me habla
—porque para ver sólo se basta de su voluntad—
y ahí están las piedras, unas más vivas que otras
pero pienso en aquella piedra que nadie ve
y que otros aprovechan.
Esa piedra aún camina
pero de tanto llamar al azul, se puso grisácea
y ese gris la tiene estancada entre los otros grises
se confunde entre los ronquidos de otras piedras,
en el silencio de las que ya se rindieron.
Acaso quiere rendirse también
Acaso fue a propósito
que calló su relato.
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